La aún intensa contaminación por plástico— un material que trasciende largos periodos en degradarse— es el reflejo de una industria que parece ir en alza y una economía global que depende de ello, pese a todas las evidencias científicas que demuestran su nocivo uso.
En Colombia, el extenso río Magdalena se ha convertido en un medio de transporte que arrastra hasta las costas del país toneladas de residuos. Lo que un día fue, exclusivamente, fuente de vida para miles de comunidades, hoy es el hogar de una contaminación “fantasma” que solo llama la atención cuando en nuestros litorales caribeños se observan hectáreas de plástico y de descuido.
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En un reciente estudio realizado por un equipo de investigadores de la Universidad del Atlántico, la institución Français de Recherche pour l’Exploitation de la Mer y la organización Echos d’Océans se conoció que la contaminación por plásticos en la costa Caribe colombiana alcanza niveles críticos.
En conversación con Nelson Rangel, líder de la investigación, el geólogo y profesor de la Uniatlántico indicó que encontraron que los ríos actúan como principales vías de transporte de este material: el Magdalena aporta 18.000 toneladas de plástico por año al mar Caribe; el río Cauca, 7.000; Sinú, 1.800; Atrato, 1.600, y Ranchería 1.200 toneladas al año.
“La contaminación se manifiesta en todos los compartimentos ambientales: playas, dunas, manglares, lagunas, aguas costeras y fondos marinos”, explicó a EL HERALDO.
De acuerdo con el informe, las playas presentan densidades de hasta 17 ítems/m², con predominio de fragmentos, botellas y empaques de un solo uso; y en dunas, los plásticos representan el 88 % del total de residuos, retenidos principalmente por la vegetación costera.
En esta misma línea, los manglares y lagunas costeras actúan como trampas naturales. Por ejemplo, en la Ciénaga Grande de Santa Marta los científicos registraron hasta 1.825 microplásticos/kg de sedimento.
“Incluso los ambientes insulares y de mar profundo presentan acumulaciones, evidenciando que la contaminación se extiende desde el litoral hasta los ecosistemas más remotos”, añadió.
¿De dónde vienen?
El estudio señala que, en Colombia, más del 80 % de los plásticos provienen de fuentes terrestres. Lo que significa que este problema se inicia por la falta de gestión adecuada de residuos en ciudades, quebradas o basureros informales.
El proyecto evidenció que las mayores concentraciones de microplásticos en la costa Caribe colombiana se registran en zonas con baja circulación de agua, alta influencia de ríos y fuerte presión antrópica.
Los expertos hallaron que la Ciénaga Grande de Santa Marta es el principal punto crítico con valores de hasta 1.825 ítems/kg en sedimentos. Y los manglares como Cispatá concentran hasta 1.668 ítems/m². Allí predominan fragmentos y espumas plásticas que permanecen casi sin degradarse.
Por su lado, en Mallorquín los valores alcanzaron 23,9 ítems/m² y 2,16 kg/m², dominados por bolsas plásticas, poliestireno expandido y madera procesada.
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Con respecto a las playas urbanas de Cartagena, Santa Marta y Atlántico, aquellas con mayor densidad poblacional y actividad turística registraron concentraciones entre 557 y 2.457 ítems/kg de sedimento seco, con más del 80 % de fibras sintéticas, principalmente polipropileno y poliéster.
Afectaciones transversales
La contaminación plástica impone afectaciones en múltiples ámbitos, tales como el frente ecológico y el social.
Con respecto al primero, Beatriz Ferreira, gestora ambiental y de sostenibilidad en la Fundación Inubac, los microplásticos se acumulan en las raíces de los manglares y en la fauna viva e imposibilitan el intercambio gaseoso esencial que ocurre en las plantas: “Es decir, se limita su crecimiento y todo su proceso natural de fotosíntesis, transformación mediante la cual capturan CO2 y liberan oxígeno”, expuso la experta local.
Y como afectan su capacidad de capturar carbono disminuyen drásticamente su efecto de protector costero, así como su función de ser zonas de cría para especies marinas.
No obstante, Ferreira fue enfática en que los contaminantes plásticos también generan riesgos sanitarios y socieconómicos que afectan tanto a la salud humana como a la estabilidad de las comunidades costeras. Por ejemplo, a nivel sanitario, los microplásticos y sustancias tóxicas se transfieren a través de la cadena alimenticia hasta llegar al ser humano, representando un peligro real. En lo económico, la degradación de manglares, lagunas y ecosistemas marino-costeros reduce la productividad pesquera y el turismo, ya que la presencia visible de residuos plásticos deteriora el paisaje y disminuye los ingresos locales.
“Se disminuye la productividad pesquera y afecta directamente los ingresos de las familias que viven del turismo. Además, la presencia visible de residuos plásticos en las playas deteriora la imagen y el atractivo del destino turístico, reduciendo gradualmente la cantidad de visitantes y generando pérdidas económicas”, sentenció la investigadora.
Leyes que no se cumplen
En Colombia, expertos coinciden en que sí existen normativas relativamente robustas, pero al momento de aplicarlas resulta complejo. Algunas de estas medidas son la Ley 2232 de 2022, que prohíbe progresivamente la fabricación y comercialización de plásticos de un solo uso; también está el Conpes 3874 de 2016, una política que promueve la reducción, reutilización y aprovechamiento de los residuos, incluyendo los plásticos.
Por otra parte, se encuentra el Decreto 1076 de 2015, el cual regula vertimientos y disposición inadecuada de residuos en cuerpos de agua. Y la Estrategia Nacional de Economía Circular de 2019, que busca incentivar la producción y el consumo sostenible.
“El marco legal colombiano es robusto, comparado con otros marcos legales de países de nuestro nivel, incluso de mayor nivel. Sin embargo, la aplicación práctica de estas normas sigue siendo realmente insuficiente. Esa articulación entre la autoridad, las empresas y la comunidad aún no se ve con claridad, al igual que la inversión en infraestructura para recolección, reciclaje, monitoreo y educación ambiental”, manifestó el biólogo Hernando Sánchez, investigador de la Universidad Simón Bolívar.
A su turno, Juan Camilo Restrepo, profesor de la Universidad del Norte y experto ambiental, aseguró que la responsabilidad que deben asumir los gobiernos locales y nacionales frente a esta problemática es absoluta.
“Lo que realmente falta es una infraestructura amplia y eficiente que permita no solo recolectar los plásticos, sino también reutilizarlos y/o reciclarlos. La abundante y variada presencia de plásticos en nuestros cuerpos de agua es una evidencia inequívoca de esta carencia”, finalizó el docente.
Medidas urgentes que se deben tomar
De acuerdo con los resultados del estudio, las estrategias prioritarias de mitigación y prevención deben orientarse a abordar las causas estructurales del problema. En conjunto, las medidas más urgentes son mejorar la gestión de residuos en tierra; intervenir los ríos como principales vectores; restaurar ecosistemas retenedores y fortalecer la gobernanza interinstitucional y comunitaria.


