La magia de la música tradicional es tan únicas que genera coincidencias inimaginables. Por estos días, los dulces cánticos de los niños que salen vestidos de angelitos a pedir golosinas por los barrios hacen mención de una célebre canción interpretada por el maestro Rufo Garrido, gran músico y compositor que murió un día como hoy hace 45 años.
“Ángeles somos, del cielo venimos, pidiendo limosna para nosotros mismos…”, dicen los pequeños, que este fin de semana se apartaron por un momento de los aparatos tecnológicos, para armar el combo, tratar de recoger la mayor cantidad de confites y, por ahí derecho, sostener un tema musical de época, que va de generación en generación.
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Aunque la letra varía según la región, el artista cartagenero la inmortalizó de la siguiente manera: “Ángeles somos, del cielo venimos, pidiendo limosna para nosotros mismos. ¡Y gua gua yo pela’o! Aquí en Tibinó con Materinó, aquí en Tirrón con Marcelón. No me veas, no me veas, saca el pollo de la batea. No te rías, no te rías, que la mochila está vacía”.
Garrido nació en Cartagena el 14 de noviembre de 1896 y murió el 3 de noviembre de 1980 en ‘La Heroica’. Es conocido como ‘El músico más alegre de Colombia’ y ‘El saxo endiabla’o’ por su habilidad con el saxofón.
Amplio repertorio
Su repertorio con cumbia y porro es tan amplio al igual que sus éxitos, que fácilmente se puede armar una línea de tiempo con las fiestas de esta temporada, de Fin de Año y de Año Nuevo, para poner a vibrar los corazones y los pies de los bailadores.
Tras mencionar las dos primeras estrofas de Ángeles somos, por el Día de los Angelitos, los amantes de la música tropical se trasladan hasta la época decembrina para poner a sonar el “himno” Brisas de diciembre. Mientras que los verbeneros amenizan las celebraciones de Carnaval con Timba y tambó.
Rey de Mi Kiosquito
El programador musical Víctor Buelvas ‘El Terror’, recuerda a Rufo Garrido tras 45 años de su partida, como el hombre que sigue poniendo a la gente a bailar en fechas especiales, gracias a su ingenio en esta industria.
“Se presentó muchas veces en Barranquilla, especialmente en Mi Kiosquito, en el barrio San Felipe, donde cobraba 60 mil pesos el baile. Más caro que Lucho Bermúdez, más caro que Pacho Galán en esa época de los años 60”, cuenta Buelvas.
El experto en la materia lo describe como un “gran saxofonista, compositor” y “un gran músico del Caribe colombiano”. Asegura que hablar de él es un honor por el legado que dejó, representado en las canciones que el público aún le pide programar.
“Nos dejó su huella en los bailes tradicionales de la costa colombiana, será por siempre el inmortal Rufo Garrido. Aquí seguimos bailando con sus cumbias y sus porros. También integró grandes orquestas como, por ejemplo, la de Pedro Laza, que era una agrupación que mandaba la parada en aquellos años”, sostiene.
Con humor y picardía
Por su parte, el investigador cultural Fausto Pérez Villarreal señala que el cartagenero fue una figura esencial en la música popular del Caribe colombiano, “un saxofonista y compositor de talento desbordante”.
Recuerda temas emblemáticos, como El mochilero, El cebú, El buscapié y Sin breque. “Supo conjugar el ingenio humorístico con el ritmo contagioso del porro y la cumbia y otros ritmos propios de la región, logrando piezas que aún hoy provocan alegría y complicidad en quienes las escuchan”.
Para Fausto, su aporte no solo se manifestó en la creación de melodías memorables, sino también en “su virtuosismo instrumental” y en su papel fundamental dentro de agrupaciones históricas como la suya, Rufo Garrido y su conjunto, y la legendaria orquesta de Pedro Laza y sus Pelayeros, donde tocó el saxofón, “con las que contribuyó a consolidar la identidad sonora del Caribe colombiano”.
“Rufo Garrido logró conquistar al público de su época gracias a una mezcla única de talento, carisma y autenticidad. Su música reflejaba el espíritu festivo y pícaro del Caribe colombiano, con letras ingeniosas, letras sencillas y un ritmo irresistible que conectaba con la cotidianidad del pueblo”, expresa el académico.
Agrega que contaba historias con humor y picardía, detalle que le permitía acercarse a la gente, mientras que su dominio del saxofón le daba un sello inconfundible a cada interpretación folclórica.
“La gente veía en sus canciones un espejo alegre de su propia vida. Además, su participación en orquestas populares y bailables, le permitió llegar a escenarios y emisoras donde su arte se difundió con fuerza, convirtiéndolo en un referente querido y respetado de la música tradicional que logró trascender la barrera del tiempo”, destaca Pérez Villarreal.
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Sin duda, 45 años de ausencia no han sido impedimento para recordar a Rufo Garrido, el maestro de la música tradicional que logró trascender la barrera del tiempo para que hoy las nuevas generaciones empiecen a disfrutar también de la fiesta de Angelitos y también de las brisas propias de diciembre.


