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José Torres/enviado especial

Manizales preparó la fiesta y Junior se la gozó. La pérdida del título fue un golpe muy duro para el pueblo caldense que se ilusionada con la obtención de una estrella que haría olvidar, por un momento, las penas que ha dejado los fenómenos de la naturaleza.

En el momento que el árbitro Wílmar Roldán dio el pitazo final del juego, gran parte de la afición blanca lloró desconsolada por la derrota. Otros prefirieron aplaudir a un equipo de leones que, a pesar de no haber conseguido el objetivo, dejó hasta la última gota de sudor en el terreno de juego.

'Estamos muy tristes, este es un dolor que no se puede describir. Este ha sido un año muy malo para Manizales y veíamos en esa estrella la ilusión de cerrar con una alegría el 2011', afirmó un aficionado que ahogaba sus penas en el alcohol. 'A pesar de la derrota estamos orgullosos de nuestro equipo. Llegó muy lejos, nos alegró por raticos la vida y cayó peleando hasta el final. Junior fue un justo ganador y felicitamos a todo el pueblo barranquillero, tienen un equipo luchador', agregó.

Esa sensación la comparten muchos hinchas del ‘blanco blanco’, los cuales tomaron tranquilos la derrota y destacaron el trabajo, la actitud y el carácter del equipo dirigido por Cheché Hernández.

Cuando se conoció el nuevo campeón de la Liga Postobón el estadio Palogrande quedó prácticamente vacío. La afición blanca salió tranquila y dejó que el equipo y la pequeña afición barranquillera celebrara a su antojo el logro obtenido. Los juegos pirotécnicos adornaron un festejo lleno de mucha emoción.

Los alrededores de la zona rosa de Manizales, que está ubicada a dos cuadras del estadio, mostraba a varios hinchas jóvenes que trataban de disimular la tristeza en medio de la música y el alcohol.

No faltó el hincha tiburón, que con camisa en mano, festejaba a todo pulmón la séptima estrella. '¡Junior tu papá! ¡Junior tu papá!', gritaba mientras bailaba ‘En Barranquilla me quedo’ del Joe Arroyo con una hermosa manizalita.

La capital caldense supo perder. Un pueblo lleno de mucha amabilidad, el cual no perdió la cordura con la derrota. Por el contrario, exaltó las virtudes de un rival que los superó.

'Será en una próxima oportunidad. Nosotros a los costeños los apreciamos mucho. Son muy alegres y buenas personas. Por eso aquí nunca tendrán problema. Somos un pueblo cariñoso y que respeta mucho, más cuando el rival se lo merece. Ya nosotros le ganamos allá, ahora ustedes nos quitan la estrella aquí. Así es el fútbol y hay que seguir para adelante', dijo una aficionada que portaba orgullosa una bandera del Once Caldas en su cuello.

Ayer no se veía ninguna camiseta blanca por las calles. Todo volvió a la normalidad. La fría ciudad se sentía triste, sola, desconsolada. El golpe fue duro, porque no es fácil asimilar que unos organicen la fiesta y otros se la gocen a rabiar.

Por William González Badillo
Enviado especial EL HERALDO