Compartir:

Solo beneficios y esperanza trajo ayer la reapertura del puente de Molinero, en el kilómetro 65 de la vía La Cordialidad, que comunica a Barranquilla con Cartagena. Así lo expresan habitantes de poblaciones como Luruaco y corregimientos de este municipio en el departamento del Atlántico.

De igual manera, transportadores de carga pesada, comerciantes y campesinos empiezan a ver un panorama económico más despejado en diciembre, con menos de 48 horas desde cuando fue reabierto el paso normal de vehículos por esta parte de la vía.

Nadine Lora Figueroa, habitante del corregimiento de Arroyo de Piedra, Luruaco, y quien trabajó en la reparación del puente que derribara la corriente de Arroyo Nuevo que pasa por debajo de este, afirma que el alivio económico para las personas de su población es significativo “por donde se le mire”.

“Una persona se gastaba en transporte de siete a ocho mil pesos solo para llegar a Barranquilla, y tenían que montarse a por lo menos dos buses. Ahora solo pagan tres mil”, comenta Nadine, quien junto a otros compañeros da los últimos toques que dejarán en óptimas condiciones el puente.

Asimismo, campesinos de la zona sostienen que ahora tendrán más ganancias con la venta de sus productos. “En este momento la yuca nos ayuda bastante, pero ganábamos poco por los costos de transporte, cuatro mil en promedio. Gracias a Dios con el puente abierto ese gasto se reduce en un 60% por bulto”, recalca Paula Bolaños, mientras espera un transporte que la lleve a Barranquilla.

Las famosas arepas de huevo. Manuela Prenth Zamora es oriunda de Luruaco, tiene 51 años de edad y de ellos 36 vendiendo arepas de huevo a quienes circulan por esta vía.

El cierre de la carretera por la caída del puente de Molinero había bajado sus ventas como nunca antes, según lo que ella recuerda. “Diciembre es uno de los meses más esperados para los que nos dedicamos a esto, y el mal estado de la vía nos tenía tristes. Con decirle que no vendía ni 10 arepas en un día, cuando lo normal en este mes son 60 o 70”, narra Manuela visiblemente contenta y sin dejar de mover su producto estrella en un caldero hirviente.

“Con esto he sostenido a mi familia, esta es nuestra empresa y el principal medio de subsistencia”, cuenta esta orgullosa luruaquera, quien revela el secreto del manjar insignia de este municipio atlanticense. “Lo primero es el amor y luego la preparación del maíz que lo dejamos en un punto, ni muy crudo ni muy cocido”.

La preocupación no desaparece. Aunque la laguna de Luruaco ha bajado un poco su nivel de agua, sus vecinos están preocupados ante una nueva arremetida de las lluvias.

Por Alejandro Rosales Mantilla