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Política

La ley del Montes | La cuenta de cobro del coronavirus

Con excepción de Jaime Pumarejo, que subió varios puntos en su aprobación, los alcaldes de las grandes ciudades se rajaron en la encuesta de Invamer.

La temida cuenta de cobro de enero -que mide el respaldo o la desaprobación a su gestión- les llegó a los alcaldes de las principales ciudades del país. Un año después de haber empezado sus mandatos casi todos comenzaron a experimentar la cruda y dura realidad y por cuenta de ello su imagen empezó a ser golpeada por la suma de decisiones impopulares que adoptaron. Así lo indica la más reciente encuesta de Invamer Gallup, que también midió la aprobación y el respaldo al presidente Iván Duque.

El estudio de Invamer lo que muestra en la gran mayoría de los alcaldes es que la luna de miel terminó y que sus electores, como ocurre con ciertas esposas, descubrieron que sus maridos roncan, dejan la ropa sucia tirada en el piso y son unos tacaños de siete suelas. En otras palabras, descubren que su marido tiene defectos como todos los mortales.

Lo mismo pasó con casi todos los alcaldes del país por cuenta de la pandemia, que dejó en evidencia sus grandes defectos. Algunos resultaron más prepotentes e intolerantes de lo que sus electores pensaban. Otros más soberbios y menos humildes. Otros más insensibles y menos preparados de lo que se creía. En fin, un año después de haber llegado a sus cargos, los alcaldes del país mostraron sus falencias y debilidades.

Aunque no se trata de justificar la desinflada que se pegaron casi todos, como ocurrió con los de Bogotá, Medellín y Cali, lo cierto es que en esta oportunidad ellos debieron lidiar con un personaje que no estaba en las cuentas de nadie: la pandemia del coronavirus, que desde marzo pasado trastocó todos sus planes. De tal manera que la mayoría de ellos pagaron en enero de este año el manejo que le dieron -bueno o malo- a la pandemia durante el año pasado.

En la evaluación de los encuestados el único alcalde de las grandes ciudades que salió bien calificado fue el de Barranquilla, Jaime Pumarejo. Todos los demás sufrieron una estrepitosa caída en la aprobación de su gestión, según la encuesta de Invamer Gallup.

En dicha encuesta -realizada entre el 3 y el 23 de enero- el presidente Duque mejoró su aprobación al pasar del 31 al 36 por ciento, mientras que su desaprobación bajó del 61 al 59 por ciento.

El desplome del respaldo a los mandatarios de Bogotá, Medellín y Cali está directamente relacionado con decisiones tomadas durante el manejo de la pandemia, en especial aquellas que tienen que ver con la restricción de la movilidad de las personas, así como con el cierre de establecimientos y locales comerciales. En el caso de la alcaldesa de Bogotá, Claudia López; y de Medellín, Daniel Quintero, ambos tienen que lidiar con movimientos ciudadanos que pretenden revocarles sus mandatos.

¿Cómo les fue a los alcaldes de las principales ciudades del país? ¿Qué deben hacer para mejorar su aprobación?

Claudia López: el alto costo de la incoherencia

A Claudia López los bogotanos terminaron cobrándole con dureza sus decisiones durante la pandemia. Una de ellas fue tomar vacaciones junto a su esposa la senadora Angélica Lozano en Costa Rica en pleno diciembre y cuando la ciudad atravesaba el momento más crítico de la segunda ola de la pandemia. Mientras las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) de las clínicas y hospitales de la ciudad estaban a punto de colapsar por la afluencia de pacientes, la alcaldesa y su esposa disfrutaban de sus vacaciones en Costa Rica. El escándalo que se desató las obligó a suspender sus vacaciones -merecidas, sin duda- para ponerse al frente de la grave situación. Aunque regresaron al país mucho antes de culminar su período de descanso, ya el daño estaba hecho, en lo que tenía que ver con su imagen y aceptación por parte de los habitantes de Bogotá. ¿La razón? Para los capitalinos no era coherente que mientras la inmensa mayoría de ellos estaban confinados por orden de la alcaldesa, ella y su esposa se bronceaban en las playas de Costa Rica. A los mandatarios lo que más le cobran sus electores es la incoherencia entre lo que dicen y lo que hacen, entre el discurso y la realidad. En enero la aprobación de López se desplomó 10 puntos porcentuales, pues pasó del 71 por ciento en octubre del 2020 al 61 por ciento en enero del 2021. A ellos se suma el hecho de que el 76 por ciento de los bogotanos cree que las cosas en la ciudad están empeorando. El rechazo a la gestión de López pasó del 24 al 37 por ciento, es decir subió 13 puntos porcentuales. El desplome de la imagen de López coincide con la puesta en marcha del movimiento cívico que pretende la revocatoria de su mandato. La constante confrontación con el Gobierno Nacional, que al comienzo le sumó puntos, pues la hizo ver como una mandataria independiente y recia, terminó mostrándola como una gobernante “pelietas” y con cero tolerancia a las críticas.

Daniel Quintero: comprar peleas que no se pueden ganar sale muy costoso

La difícil situación que atraviesa el alcalde de Medellín, Daniel Quintero -en lo que tiene que ver con la aprobación de su gestión- no deja de llamar la atención, puesto que ninguno de sus antecesores afrontó un rechazo creciente por parte de los habitantes de la ciudad. En general, tanto al Gobernador de Antioquia como al alcalde de Medellín siempre les va muy bien en la aprobación de su gestión porque el departamento y la ciudad tienen una dinámica propia y suficientes recursos como para que todos sus gobernantes terminen sus mandatos con muy buena aceptación. Un senador antioqueño con quien hablé sobre el difícil momento que atraviesa Quintero me respondió con el siguiente ejemplo: “El asunto es muy simple: al alcalde de Medellín le entregamos un Ferrari y lo estrelló. En lugar de manejarlo con cuidado y sin hacer locuras, decidió volverlo chicuca”. El manejo que Quintero le dio al cambio de los integrantes de la junta de las Empresas Públicas de Medellín (EPM), las más importantes de la ciudad y una de las más grandes y sólidas del país -independientemente de si tenía o no la razón- le salió muy costoso. Las EPM hacen parte del corazón de Antioquia y han sido por décadas motivo de orgullo de los paisas. La pelea de Quintero con el notablato empresarial antioqueño le ha salido muy costosa. Y todavía falta lo peor, que ocurrirá cuando prenda motores en serio el movimiento cívico que promueve su revocatoria. La aprobación de Quintero se desplomó, al pasar del 67 por ciento en octubre pasado al 55 por ciento en enero. Es decir, perdió 12 puntos. Su rechazo también se disparó: pasó del 27 al 42 por ciento. Para decirlo en plata blanca: a Quintero -quien comenzó su gestión hace un año con una aprobación del 84 por ciento- no solo se le acabó la luna de miel, sino que ya le pidieron el divorcio. Quintero logró lo que parecía imposible: volver pesimistas a los habitantes de Medellín, quienes en su gran mayoría siempre habían visto el futuro de la ciudad con optimismo. Hoy el 56 por ciento de los encuestados por Invamer cree que las cosas en la ciudad van mal. Y eso es algo que nunca había pasado en décadas.

Jaime Pumarejo: eficiencia, prudencia y responsabilidad

El único alcalde de las grandes ciudades que puede sacar pecho por cuenta de la encuesta de Invamer es el de Barranquilla, Jaime Pumarejo, cuya aprobación pasó del 69 al 73 por ciento. Su desaprobación, entre tanto, disminuyó del 29 al 24 por ciento. ¿Cómo se explica que mientras la imagen de todos sus colegas se desploma la suya sube? Sin duda, ello tiene que ver con el manejo de la pandemia del coronavirus. Luego de superar la crisis de julio del año pasado -que estuvo a punto de colapsar las UCI de la ciudad- Pumarejo y su equipo de gobierno adoptaron medidas que no solo permitieron afrontar con éxito la compleja situación, sino que sirvieron para poner a la ciudad como referente nacional. En ese momento la Administración Distrital incrementó las UCI disponibles, optimizó el número de pruebas para referenciar el número de casos positivos en toda la ciudad, amplió la red hospitalaria para facilitar el traslado de pacientes y -sobre todo- trabajó de la mano con el Ministerio de Salud, que terminó siendo el gran aliado de la ciudad. Durante la pandemia, Barranquilla ha sido solidaria con otras ciudades: recibió pacientes de Bogotá y trasladó a esa ciudad sofisticados equipos médicos. Mientras Bogotá peleaba con Duque, Barranquilla trabajaba de la mano con él. Y eso en un país centralista como el nuestro siempre dará réditos. De otra parte, sectores como el comercial, el turístico y el gastronómico -que han sido críticos en otras ciudades- en Barranquilla han logrado capotear la crisis sin grandes afugias. Las drásticas cuarentenas -que aún se mantienen en otras ciudades- en Barranquilla han sido manejadas con prudencia y responsabilidad. Esa es una de las razones por las cuales el desempleo es uno de los más bajos del país. La inseguridad es una alarma encendida que no puede ser descuidada por la administración de Pumarejo.

Jorge Iván Ospina: una Feria de Cali demasiado cara

Al alcalde de Cali, Jorge Iván Ospina, la pandemia también le pasó una cuenta de cobro bien elevada. La más alta entre los alcaldes de las cuatro ciudades más grandes del país. Ospina -quien repite Alcaldía- goza de prestigio nacional, pero sus paisanos lo castigaron con dureza en la encuesta de Invamer Gallup de enero. De hecho, fue el que sufrió el peor descalabro, pues su aprobación pasó del 65 por ciento en octubre pasado al 38 por ciento. Es decir, perdió 27 puntos de respaldo. ¡Una barbaridad en términos de respaldo popular! La celebración “virtual de la Feria de Cali” en diciembre pasado -y los elevados costos en los que habría incurrido la Administración en momentos en que la ciudad estaba azotada por la pandemia- fue una de las decisiones que más críticas recibió por parte de los caleños. El derroche de multimillonarios recursos y la falta de transparencia a la hora de rendir cuentas sobre su uso y destinación terminaron desplomando la imagen de Ospina. En efecto, su desaprobación pasó del 31 al 60 por ciento. El caso de Ospina reafirma aquella creencia popular según la cual “segundas partes nunca son buenas”, algo que resulta muy cierto tanto en la vida pública como en la privada.

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