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Con la entrada de la oralidad en los diferentes campos del derecho (penal, laboral, administrativo y civil) es a todas luces necesario y pertinente optar por un cambio de mentalidad, tanto en los docentes como en los estudiantes. Cobra fuerza lo anterior, lo considerado por expertos de que la oralidad tiene como destinataria la próxima generación de juristas.

Para lo inicialmente señalado, hay que pensar en un programa de formación continua para el ejercicio profesional de los docentes, formación esta centrada en el aprendizaje de los estudiantes y donde el docente se constituya en un facilitador. Lo que implica un proceso educativo enfocado en el que aprende y no en el que enseña.

Dicho aprendizaje permite a los estudiantes construir conocimientos, más que recibirlo, para ello deben darse condiciones para el diálogo entre sí, con una capacidad argumentativa y persuasiva, donde el debate y la crítica desempeñan un rol destacado, generándose espacios de participación, confianza, autoestima y afianzando la comprensión más que la memoria.

La técnica de la oralidad incluye de un lado, discusiones y controversias sobre un asunto jurídico y de otro, oír y ser oído, lo que se deriva en el respeto por el otro. Así, la oralidad lleva a la confrontación seria de argumentos de las partes y para que, más adelante, el juez adopte decisión de fondo, igualmente argumentada.

Lo expuesto, cultiva y estimula el disenso, por lo que a nivel del aprendizaje se requiere implementar una serie de estrategias didácticas que desarrollen habilidades y destrezas, tales como el diálogo controversial estructurado, el estudio de caso y la simulación, esta última aproxima al estudiante con determinado asunto jurídico y a través de un ejercicio práctico.

Edgardo Salebe Morr
Candidato al título de magíster
en educación.