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Todo barrio que se respete siempre ha de tener en su seno un loco, un poeta, o al menos un bobo. En el caso particular del barrio Los Andes hubo un loco que más de una vez nos asustó, y un poeta que deleitó a grandes y chicos con sus inventos ingeniosos como estos: al preguntársele cuáles eran sus últimas invenciones decía: “tengo zapaticos de hielo con cordones de humo para uso exclusivo de los esquimales. Palomas mensajeras cruzadas con loros para que den los mensajes hablados y no escritos. Bacinillas de anjeos y calzoncillos de púa para viejitos verdes menores de cien años. Este mismo bardo creó versos al aguador, a los astros, animales y hasta la infidelidad de las mujeres. Al Sol: El solito se divierte por los campos y las playas no tanto de noche, sino de día como de madrugada. Al león: ¿Quién ve al león y no lo espanta, al tigre y no lo grita; y a su mujer con otro y no se la quita? Ayer dijo un viejo por su manera de ser, que siempre ha sido conejo el terror de la mujer. Al sapo: Un sapo llegó a la frutera. Carlos Betancourt era su nombre.

Por otro lado, nuestro consentido y reconocido loco Yuca, cuyo verdadero nombre es Cristóbal, un personaje que apareció en el barrio Los Andes a mediados de los años setenta, poco después de la muerte de nuestro querido poeta. El loco Yuca, que además de asustarnos también nos embelesaba con sus delirantes narraciones. Recordamos su alucinada carrera militar, era el man que ostentaba en su pecho el montón de “galones”, la recocha de estrellitas, como él mismo decía. Contaba con cierta desfachatez que él sí había hecho una meteórica carrera militar.

De simple sereno (celador) del barrio, hasta llegar al más alto rango de general de la República. Es que, el loco Yuca se metamorfoseaba de acuerdo al personaje del momento.
Jaime De Lavalle Carbonó