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La decisión del presidente de EE. UU., Donald Trump, de estrangular la industria del crudo venezolano con la incautación de petroleros plantea incógnitas sobre cuán lejos está dispuesto a llegar Washington en su campaña de presión sobre el Gobierno de Nicolás Maduro, o a la hora de imponer su voluntad por la fuerza en otras regiones de Latinoamérica.

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Para Eduardo Gamarra, experto en política latinoamericana y exdirector del Latin American and Caribbean Center, estas cuestiones son muy difíciles de contestar debido a la naturaleza imprevisible de Trump, acentuada en este segundo mandato.

“Muchas de las decisiones las toma él mismo, y Trump no sigue los parámetros clásicos de la política exterior estadounidense”, advierte Gamarra en una conversación con EFE.

Pero esto obliga a leer sus declaraciones no tanto como anuncios operativos, sino como instrumentos de coerción política: “Genera expectativas y presión sobre Maduro y su entorno”, considera el experto.

Gamarra cree que, ante el recrudecimiento de los esfuerzos de Washington por cortar el flujo de crudo desde Venezuela, los sectores vinculados a intereses energéticos se impondrían para favorecer una salida negociada.

“Si bien mucha gente ha descartado la influencia de los petroleros, ellos son los que siguen teniendo una gran influencia y los que van a definir esa transición más vinculada a los intereses petroleros que a otra cosa”, augura el experto.

“No es sostenible una aventura militar”, considera, y añade que, pese a la incertidumbre, la transición negociada para forzar un cambio de Gobierno en Caracas sigue siendo el desenlace más plausible en un tablero donde la presión militar es, por ahora, más un mensaje que un preludio de guerra.

Otros escenarios

No obstante, el académico concede otros dos posibles escenarios adicionales para la campaña sobre Venezuela. El segundo de ellos -mucho menos probable- sería el de bombardeos selectivos contra objetivos específicos en Venezuela, como pozos petroleros o campos de drogas.

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Aunque mantendría el mismo propósito de sacar a Maduro del poder, Gamarra cree que sus costos políticos y humanos, tanto para Venezuela como para EE. UU., lo hacen poco viable.

En el caso más remoto, Washington emprendería una invasión a gran escala con tropas terrestres, pero Gamarra duda que esa sea la intención de la Administración porque choca con los intereses domésticos.

Para Tess Bridgeman, ex subasesora legal del Consejo de Seguridad Nacional, Trump “se ha inventado una guerra falsa para matar a personas reales”, algo que pone en tela de juicio la legalidad de sus actuaciones.

“Incluso si estuviéramos en guerra y se aplicara el derecho internacional humanitario, lo cual no es el caso, una orden de disparar contra náufragos -en referencia al polémico doble ataque a una lancha supuestamente vinculada al narcotráfico el pasado 2 de septiembre- es el ejemplo clásico de una orden ilegal”, asevera Bridgerman.

Algo más que una campaña antinarcóticos

El trasfondo ideológico detrás de la campaña antinarcóticos también es clave para entender hasta dónde puede llegar el republicano.

La Administración ha desempolvado recientemente la doctrina Monroe, con un giro que desvela el claro interés de Washington en tomar parte en asuntos internos en el continente.

Pero no hay que olvidar, como aclara Gamarra, que el aislacionismo estadounidense nunca se ha referido concretamente a América Latina, tampoco ahora con Trump.

Hoy, la lógica Monroe se redefine menos contra Rusia o potencias europeas y más como un intento de frenar la creciente influencia china en Latinoamérica.

Por otra parte, una exclusiva publicada por el Washington Post sugería que el plan para Venezuela surge de la confluencia de intereses de dos grandes cabezas visibles de la Administración: Stephen Miller, subjefe de gabinete de la Casa Blanca, y Marco Rubio, secretario de Estado.

Para el mayor representante de la diplomacia de EE. UU., la prioridad es sacar como sea a Maduro del poder, mientras que Miller, a quien Gamarra califica como un ‘one trick pony’ -en español, aquel que solo vale para una cosa concreta- el colapso del chavismo, al que acusa de haber enviado miles de indocumentados a territorio estadounidense, sería la solución a su obsesión con el problema migratorio.