Jeremías Sosa, un trabajador de la construcción oriundo de la provincia de Misiones, en Argentina, fue linchado hasta la muerte el pasado 22 de febrero en la localidad de Olivera, a 75 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires, luego de que vecinos lo confundieran con un delincuente.
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El hombre, de 31 años, sufría un ataque de pánico y corría desorientado cuando fue interceptado por un grupo de personas que, sin mediar palabra ni intervención policial, lo redujeron, ataron y golpearon brutalmente.
La víctima había llegado ese mismo día a visitar a su hermana tras una jornada laboral en Tigre. Sosa alternaba trabajos de albañilería entre Buenos Aires y su ciudad natal, Jardín América, en Misiones.
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Según el relato de su familia, esa tarde comenzó a sentirse mal y salió a caminar para despejarse. Fue en ese momento cuando algunos residentes alertaron por un supuesto intento de robo en un grupo de WhatsApp comunitario. Minutos después, varios vecinos actuaron por su cuenta, lo atacaron en plena calle y le causaron heridas fatales. Murió horas más tarde en el Hospital Nuestra Señora de Luján por un traumatismo severo de cráneo.
“No llevaba celular, mochila ni nada. Estaba en short y ojotas. Nadie se detuvo a preguntarle qué le pasaba”, contó su esposa, Carolina Sotelo, en diálogo con el diario ‘Clarín’. “Jeremías no era un ladrón. Estaba pidiendo ayuda”, agregó.
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La investigación está en manos de la fiscal María Laura Cordiviola y fue catalogada como homicidio agravado por alevosía y ensañamiento. Hasta el momento, cinco personas fueron detenidas por el crimen, entre ellas Néstor Rebottaro, capturado tras más de tres meses prófugo en una isla del delta de Zárate.
Otros tres sospechosos, identificados como Walter Atrio y sus sobrinos Matías y Agustina Atrio, permanecen prófugos. Según fuentes judiciales, Rebottaro habría señalado a Walter Atrio como el principal agresor.
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Sosa era padre de dos hijos y, junto a su esposa, sostenía un comedor comunitario para jóvenes en situación vulnerable en Misiones. En Buenos Aires, trabajaba para reunir dinero con el que esperaba celebrar los quince años de su hija. Su muerte provocó conmoción en su localidad natal, donde se han organizado marchas para exigir justicia.
La familia de Sosa reclama que el crimen no quede impune. “Vamos a seguir adelante con el comedor como homenaje a él, pero no vamos a descansar hasta que todos paguen por lo que hicieron”, afirmó su esposa.