En muchas ciudades las palomas se han convertido en aves difíciles de controlar por su rápida reproducción y porque viven en bandadas y por lo regular en centros urbanos y hasta en lugares bastantes concurrentes.
Para lidiar con esta problemática y los problemas sanitarios que se desprenden de esta, Hong Kong ha anunciado la imposición de penalidades contra aquellas personas que sean sorprendidas alimentando a estas aves.
De acuerdo al diario The Standard, las personas que alimenten palomas podrían ser sancionadas con 5.000 HK (algo más de 640 dólares) hasta una pena máxima de 100.000 HK (más de 12.800 dólares) de multa y hasta un año de cárcel.
Y es que para las grandes ciudades las palomas se han convertido en una plaga y los ciudadanos no colaboran para detener su reproducción.
“La reproducción de palomas y su crecimiento desordenado en la ciudad, es un grave riesgo para la salud pública que pone a una gran cantidad de habitantes de la ciudad en alto riesgo que pueden ser contagiados de enfermedades de tipo viral”, recoge el Concejo de Bogotá, ciudad que también se ha visto afectada.
Nunca ha sido asociada como un problema por el ciudadano de a pie que en su mayoría acepta, entre otras cosas, por asociarla como el símbolo de paz por lo que las personas le profesan aprecio, afecto y protección, brindándoles las condiciones mínimas de confort, con las que ellas pueden sobrevivir y reproducirse.
Según estudios de la Universidad de la Salle del año 2013, la preocupación es que por cada veinte ciudadanos hay una paloma, es decir, que en Bogotá habría un aproximado de 400 mil palomas.
Las palomas domésticas tienen el mismo impacto de las ratas en la salud pública, ambiental y social, con un potencial marcado en los centros urbanos, ya que son portadoras de enfermedades y causan daños a las seres humanos y en algunos casos la muerte, en especial a los niños, madres gestantes, ancianos y personas inmunocomprometidas.


