Jesús Cruz Ballesteros, médico veterinario, regresó a casa en horas de la tarde y encontró a su hijo mayor viendo televisión en su cuarto.
–Hijo renuncié a mi empleo. Ahora sí, estoy disponible. ¿Cuándo empezamos con la idea que me contaste para trabajar juntos? –le dijo.
Sorprendido, con el corazón latiéndole de golpe, Jesús Cruz Díaz no respondió. Quedo solo y sentado en el borde de la cama pensó:
–Y ahora… La situación económica es difícil, dependemos de lo que papá ganaba ¿Será que le digo a mi mamá? ¿Qué hago?'.
El joven diseñador industrial recordó que cuando le dijo a su papá que si había un interés en la producción de alimentos por la línea orgánica, por qué no se hacía un producto para esos cultivos, lo hizo de manera desprevenida.
Jesús Cruz Díaz mantuvo su diálogo interior
–¿Que tal que esto no funcione?
El miedo al riesgo lo invadió, aunque vio que no había otro camino que el seguir investigando para poder sacar un modelo de negocio con esa idea que su padre había visualizado sin tener mayores detalles. El médico veterinario, que había trabajado en fincas y conocía del potencial agricultor de la región Caribe, tenía sus razones para lanzarse al agua.
–No, hay que estar seguros de este emprendimiento –dijo en 1998.
En menos de un año la familia Cruz hipotecó el apartamento, vendieron algunos activos y con un capital que reunieron en tres hectáreas en Sabanagrande, Atlántico, comenzó Orgánicos del Caribe. Papá e hijo con pala, botas y sombrero comenzaron a recoger restos de frutas, verduras, lodos orgánicos industriales, aserrín y material biodegradable que desechaban empresas y crearon un abono orgánico que empezó a conquistar el mercado.
Con la planta de compostaje certificada, en 2012 descubrieron que podían generar más valor e impacto ambiental con su producto e incorporaron una nueva línea de negocio en el proceso de recolección selectiva de los residuos de empresas o grandes plataformas del comercio. Cuenta Jesús Cruz Díaz, hoy director comercial de Orgánicos del Caribe, que esta operación surgió después de participar en un concurso en 2011 para empresas sostenibles de la biodiversidad. Cruz Díaz elevó tanto las expectativas del concurso que se veía ganador del premio de $8 millones.
'Gracias a no ganarlo, nos enfocamos y aprendimos. Vimos que había una oportunidad con el servicio de la recolección de los orgánicos'.
Las compañías pagan una tarifa –un porcentaje más alto del que paga a la empresa de aseo por juntar y entregar los residuos– pero reciben capacitación y una certificación ambiental. Este proceso con sus resultados han sido valorados como innovadoras.
A partir de un estudio que mostró que el 70% del material dispuesto en el relleno sanitario de Barranquilla es orgánico y genera gases invernaderos como el metano, apreciaron el peso de su actividad.
En 2018, Orgánicos del Caribe evitó que 9.000 toneladas de residuos orgánicos fueran depositados en el relleno sanitario de la ciudad con su actividad, y como la innovación los invita a seguir evolucionando anuncian que aspiran a ser la primera empresa de la región Caribe autogeneradora y sostenible de energía a partir de la captación de gas metano que genera el proceso de compostaje.
Al ganarse este año el concurso internacional Get In The Ring y visitar a Alemania, donde representaron a Colombia con su emprendimiento innovador, en 2020 aspiran a convertirse en la primera planta de compostaje eléctricamente autosostenible de Colombia.





















