Tras un arduo proceso de aplicación que se prolongó por siete años, Colombia ha sido finalmente admitida como miembro de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (Ocde).

Se trata, fuera de toda duda, de una excelente noticia para nuestro país: la pertenencia a la Ocde equivale a ingresar a un club muy selecto de naciones que se han comprometido a avanzar por la senda de la modernidad mediante el ejercicio de buenas prácticas políticas, económicas y sociales.

Con el ingreso de Colombia, la organización suma 37 miembros. En su inmensa mayoría son países de alto desarrollo, como Estados Unidos, Canadá, la mayor parte de los estados europeos, Israel, Australia y Nueva Zelanda. Nuestro país es el tercero de América Latina en ser admitido, tras México (1994) y Chile (2010), pese a que algunos otros, como Brasil o Argentina, también están empeñados en entrar.

Ahora bien: si la pertenencia a la Ocde constituye un privilegio, este no es gratuito, ya que va acompañado de exigencias. Estar en la organización implica aceptar una serie de reglas del juego, sobre todo en lo que respecta a la calidad de la democracia y a la solvencia de las políticas económicas y sociales.

Y –muy importante– también se espera de los socios que sean fiables en la medición de sus distintos indicadores, porque uno de los pilares fundamentales de la Ocde es establecer comparaciones entre los Estados miembros que puedan servir de referencia para la adopción de sus políticas.

Esto significa que, una vez se haga efectivo el ingreso el próximo mes, Colombia será sometida a permanente escrutinio por parte de los responsables de la organización, y los gobiernos de turno tendrán menos margen, por no decir ninguno, para acomodar a su antojo las estadísticas y otro tipo de informaciones sobre el estado del país.

Dentro de sus objetivos declarados, la Ocde pretende contribuir a la expansión económica y comercial de los países miembros, con base en criterios de estabilidad financiera y calidad del mercado laboral. En este último aspecto, resulta apenas previsible que Colombia deberá realizar un esfuerzo descomunal para adaptarse a los parámetros del ‘club’, ya que nuestro país se caracteriza por un alto nivel de informalidad en el empleo.

Ayer, al tiempo que el presidente Santos se regocijaba con la aceptación a la Ocde, resonaron voces escépticas, cuando no críticas, sobre el acontecimiento. Nosotros lo vemos como un paso importante, que, de algún modo, nos obligará a ser cada vez más serios en nuestro funcionamiento como país.