La triste y fatal historia de los feminicidios en La Guajira es dolorosamente larga. Los indicadores no son precisos, pero se sabe de una extensa y sufrida lucha de la mujer contra la violencia intrafamiliar en ese departamento en el que, cual exótico es, rigen unas leyes ancestrales en las que el matriarcado impera junto a un machismo exacerbado.

Esta vez, una decisión judicial emitida por una mujer –la juez Primera Penal del Circuito de Riohacha, Naike Pimienta Reverol– condenó a 43 años de cárcel por feminicidio agravado a Édgar Tobías Amaya por las agresiones permanentes y por la muerte de su esposa Patricia María Uriana, la madre de sus ocho hijos.

El fallo es claro: la víctima era sometida a violencia física y psicológica en el seno de su hogar, delante de sus hijos. Y no solamente evalúa el homicidio como lesión al bien jurídico de la vida, sino también la violación a la dignidad, libertad e igualdad de quién ha sido sometida a maltratos de diferentes tipos.

Fueron años continuos de maltratos, de vejámenes, de humillaciones. La causa de la muerte en este contexto asume un sentido de acto de sometimiento de contenido discriminatorio producto del uso de estereotipos negativos de género y situaciones concurrentes de maltrato, como ridiculización, menosprecio, insultos y celos.

El análisis legal y sustento del fallo plantea que esas agresiones generaban en la mujer sentimientos de desvalorización, “lo que permite discernir que su muerte fue causada por su condición de mujer, configurándose de esta manera el feminicidio agravado”.

Han sido las mujeres claves para la condena en este proceso que marca un hito judicial en La Guajira. Primero una de las hijas de la víctima y el victimario: Aracelys Margarita Amaya Uriana fue quien presentó la denuncia. Después, el testimonio contundente de otras dos hijas menores de edad, quienes a través de sus declaraciones dijeron que hubo múltiples maltratos físicos y psicológicos. Luego, la decisión de la Fiscal que radicó el escrito de acusación ante el Centro de Servicios Judiciales de los juzgados penales de Riohacha, la Séptima Seccional de Vida Luz Esperanza Gómez. Y por supuesto la actuación de la representante de la víctima, Lilibeth Fragozo.

En resumen, la muerte de la mujer se produjo el 24 de marzo de 2018 como consecuencia de la fuerte golpiza que Amaya le había propinado el 9 de febrero de ese mismo año en su casa de Villa Martín, corregimiento de Riohacha, porque la mujer se había ido a un velorio y por eso su marido la golpeó violentamente. Así fue el final de una relación tormentosa, que la víctima, como en muchos casos, no se atrevió a denunciar ante las autoridades y calló su desgracia por miedo.

Patricia María Uriana descansa en paz ahora, tras haber sido sepultada en un cementerio ancestral en el corregimiento de El Pájaro. Ojalá su triste caso sea el comienzo del fin de la historia de maltratos y abusos que sufren calladamente muchas mujeres de esta etnia.