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El Editorial | Segunda curva

Frenar el ascenso de la curva vuelve a ser esencial en la carrera para evitar que el virus cobre más vidas. La fórmula está inventada y requiere decisión de los gobernantes para aplicarla sin mayores dilaciones.

Con la Covid-19, los excesos siempre se pagan caro. No hay cómo evitarlo. Una lección que parece no aprendimos en Colombia. Los nuevos contagios, más de 12 mil en una sola jornada, y las muertes, otra vez por encima de las 220, confirman que hacerle trampa a las normas de distanciamiento físico y aislamiento social –organizando en el interior de viviendas celebraciones masivas con familia y amigos, como si la pandemia no existiera– constituye un atentado contra la propia vida, y las de personas cercanas, y se convierte en la cuota inicial para aplicar medidas drásticas como toques de queda y cierre de actividades económicas. Crónica de una segunda curva anunciada. 

A pocos días para despedir el 2020, volvemos a dar vueltas sobre un debate que se creyó superado: ¿cómo frenar la curva haciendo el menor daño posible a la maltrecha economía priorizando la salud de las personas, especialmente de aquellas con mayores factores de riesgo? Desconcierta ser testigo del incalculable número de ciudadanos que olvidó demasiado rápido lo que costó bajar el famoso pico y las vidas que se perdieron en ese camino tan tortuoso.

Como si se tratara del déjà vu de una película de suspenso, solo que esta es la vida real, muchas regiones del país están regresando a escenarios complejos con tasas de reproducción del virus aceleradas, aumento de positividad, nuevos contagios creciendo a diario, ocupación de las unidades de cuidado intensivo subiendo y un sistema sanitario, aún exhausto tras meses de un descomunal trabajo sobrehumano, nuevamente bajo presión por la demanda de hospitalizaciones.

La pretemporada navideña, los encuentros familiares, las celebraciones numerosas, la Noche de Velitas y un largo etcétera de eventos –a los que dejar de asistir para cuidar la salud no era una opción para muchos ciudadanos– dejan un efecto de contagios realmente preocupante en Barranquilla, Soledad y Sabanalarga, donde se afrontarían nuevos picos en cuestión de semanas. Cerca de 700 casos se confirmaron el día miércoles, en el Atlántico, además de 9 fallecimientos. Somos parte de la radiografía de una nación en pie de fiesta que deja razones de sobra para alarmarse. Lo sabe el Ministro de Salud, Fernando Ruiz, quien advirtió en tono severo que el país se dirige a “un momento absolutamente crítico con las novenas y festividades de Navidad y Año Nuevo”.

Intuir lo que iba a ocurrir era previsible. La sobreexposición ciudadana en la que se está incurriendo con demasiada facilidad raya en una negación insensata e irresponsable de la realidad de quienes creen que el virus desapareció aferrándose, como dogma de fe, a un estudio de seroprevalencia, según el cual la inmunidad alcanzó 55% en Barranquilla y desconociendo que aún existe un 45% de personas susceptible de contagiarse con todas sus consecuencias. Cuesta creer que tanta gente persista en aglomerarse violando las medidas sanitarias para dar rienda suelta a efímeros momentos que les podrían costar la vida  a quienes, por su condición de salud, corren el riesgo de terminar en una UCI.

Si algunos ciudadanos ni siquiera fueron capaces de alentar a sus equipos de fútbol en casa, evitando aglomeraciones como ocurrió en las afueras del hotel del Junior, en el norte de la ciudad, ¿será que estas personas van a guardar un aislamiento de 14 días antes de entrar en contacto con sus familiares con enfermedades de base, como lo recomiendan expertos? Es ingenuo pensar que lo harán. Ante la inminencia de una segunda curva, lo que suceda no solo puede depender de la voluntad ciudadana. La fórmula para detener la expansión de la Covid-19 está inventada. Con determinación, ante la llegada de una tercera ola, la aplican gobiernos de Europa, donde millones de personas pasarán la noche de Navidad confinados, mientras esperan ser vacunados en los próximos días. Pero ojo, la vacuna no será la solución mágica para erradicar el virus de un momento a otro. Que nadie se engañe.

Es oportuno que las autoridades sanitarias y los gobiernos se aseguren de retomar el control de esta nueva escalada decretando medidas de salud pública en función del momento del contagio preservando la vida y salud de los ciudadanos e insistiendo en la gravedad de la actual crisis que nos obligará a vivir una Navidad atípica. El resto, corresponde a los ciudadanos que deben tomar conciencia sobre su enorme responsabilidad en esta prueba que está lejos de terminar.

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