Barranquilla cruza el umbral del 50 % de su población adulta vacunada contra la covid-19. La estrategia de vacunación ha sido acertada y en los últimos cinco meses la ciudad ha aplicado 797.897dosis, 365.965 personas tienen el esquema completo y los casos siguen bajo control con una positividad del 13 %, mientras que la ocupación de camas ucis está en 65 %. Indicadores epidemiológicos favorables frente a los cuales no cabe bajar la guardia, pero que ciertamente demuestran la eficacia de los biológicos administrados que han hecho descender el ritmo de contagios y fallecidos en la capital del Atlántico y en el resto del departamento luego de un nefasto tercer brote.

Por donde se mire, la noticia es positiva porque refuerza, por un lado, el llamado a toda la población a vacunarse cuando le corresponda. Y por otro, envía un mensaje de certidumbre científica a quienes aún no lo han hecho –por las razones que sean– para que se convenzan de las bondades de este proceso destinado a salvar vidas, sobre todo ahora que las autoridades de salud han confirmado la llegada al país de la variante delta, mucho más contagiosa que sus antecesoras por su elevadísima carga viral. Vacunarse es, por tanto, la llave protectora frente a sus efectos asociados a mayores probabilidades de necesitar oxígeno, de terminar en una unidad de cuidados intensivos o de morir, si una persona se contagia, no importa la edad que tenga. No vale la pena correr riesgos, en particular cuando se trata de mujeres gestantes, población con comorbilidades o adultos mayores.

La evidencia estadística confirma que el comportamiento de la “muerte natural no violentas no fetales” en Barranquilla regresó al nivel que registraba antes de la pandemia. Tres personas, en promedio, fallecen diariamente en la ciudad como consecuencia del virus, el 90 % de ellas no vacunadas, con edades que oscilan entre los 45 y 59 años. Es cierto que, pese a tener el esquema completo, ciudadanos resultan positivos e incluso deben ser hospitalizados. Los epidemiólogos lo explican por la llamada ‘brecha vacunal’, porcentajes mínimos que no deberían esgrimirse como un argumento válido o motivo de alarma para renunciar a recibir los biológicos. Sus beneficios entre los distintos grupos poblacionales, en especial las personas con enfermedades de base, superan con creces el impacto de estos casos aislados.

Es un momento oportuno para destacar el avance sostenido de la campaña de vacunación en Barranquilla, donde, según el Ministerio de Salud, 740 mil adultos, el 70 % del total de sus habitantes, deben ser vacunados para alcanzar la inmunidad colectiva. Varios factores contribuyen a esta situación. Destacan entre ellos el talento humano en salud, la articulación público privada entre el Distrito, EPS e IPS y la gobernanza sanitaria que ha construido la ciudad durante los últimos años, en particular en medio de la pandemia. Este proceso mejorable, en muchos aspectos, ha demostrado fortalezas, como la cohesión y la confianza entre quienes trabajan a diario por sacar adelante la vacunación, que deben acentuarse de cara a la creciente renuencia de ciudadanos a inmunizarse. Se vale ser recursivo e ingenioso para lograr nuevos progresos ante la eventual ralentización de un proceso que por ningún motivo debe perder su dinámica.

El plan piloto de incentivos económicos por vacunas en Juan Mina logró inmunizar a 360 personas que recibieron bonos redimibles en establecimientos comerciales del corregimiento. Una estrategia en la dirección correcta que aseguró protección sanitaria y contribuyó a la reactivación económica del sector, por lo que su extensión merece ser evaluada por el Distrito.

Barranquilla avanza en vacunación y es preciso reivindicar este momento que nos fortalece como sociedad e impulsa a trabajar mucho más para lograr la recuperación socioeconómica de los hogares más golpeados por esta inédita crisis que, como cualquier otra circunstancia adversa, necesita unidad para ser superada. Que ahora no nos falte. A vacunarse.