Una opción que ya empieza a generar preocupación entre quienes con aprehensión son testigos de la ligereza e irresponsabilidad con la que muchos están asumiendo la cuarentena obligatoria.
España extiende, por segunda vez, la cuarentena que inició el 14 de marzo para frenar la propagación del coronavirus que suma 12.500 muertos y más de 130 mil contagios en su territorio. Serán dos semanas más de confinamiento, hasta el 27 de abril, tiempo que necesitará su sistema de salud para estabilizarse, estima el Gobierno, teniendo en cuenta que 60 mil pacientes infectados han requerido hospitalización durante la crisis.
24 días después del inicio de las restricciones de movilidad que se han venido endureciendo desde hace una semana, este país estima que está conteniendo los contagios, de acuerdo con reportes muy moderados. Este domingo, las autoridades de salud confirmaron 6.032 contagios y 647 fallecidos, datos a la baja que no se registraban desde el 22 de marzo, pero los ingresos de pacientes a hospitales, 1.132, y los traslados a unidades de cuidados intensivos, 329, siguieron creciendo.
En Italia, donde la cuarentena se inició el 10 de marzo, la curva también va en descenso, pero distintos sectores demandan que el confinamiento se prolongue, como mínimo, hasta el 2 de mayo, y se inicie una apertura gradual de las actividades cotidianas después del 16 de mayo.
En Estados Unidos, nuevo epicentro de la pandemia en el mundo, se conocen orientaciones desconcertantes sobre la aplicación de medidas fundamentales como el aislamiento social y el confinamiento que difícilmente alguien se aventura a plantear escenarios favorables sobre el descenso de la curva de contagios que hoy luce desbocada. En Corea del Sur, donde su exitosa estrategia de pruebas, pruebas y más pruebas logró contener la propagación del virus y hoy cifra en apenas 10 mil los contagios después de meses de batallar contra el virus, han decidido ampliar dos semanas más su recomendación de distanciamiento social para frenar nuevos focos de infección que se están presentando en gimnasios e iglesias.
Colombia no ha alcanzado el pico de la curva como ya ocurrió en España o Italia, no tiene la capacidad de testeo y rastreo a gran escala de Corea del Sur y ojalá no caiga en las contradicciones de Estados Unidos, pero estos distintos escenarios reales y tan dolorosos en el caso de los miles de fallecidos, deberían ser tenidos en cuenta por el presidente Iván Duque en la trascendental decisión que debe tomar en relación con la extensión del confinamiento para 48 millones de personas.
El aislamiento preventivo inteligente, del que ahora habla el jefe de Estado, omite lo de obligatorio y ya empieza a generar preocupación entre quienes con aprehensión son testigos de la ligereza e irresponsabilidad con la que muchos están asumiendo esta etapa. Si hasta de vacaciones se han ido muchos con motivo de la Semana Santa, ¿qué podría esperarse de una flexibilización en las restricciones establecidas con motivo de esta emergencia sanitaria por la COVID-19?
Colombia, sin tener todos los datos de contagios y fallecidos actualizados a día de hoy, es uno de los países que ha logrado contener el acelerado crecimiento exponencial de la curva, pero sí hay un aumento importante día tras día. Cualquier decisión que se tome en torno a liberar las limitaciones fijadas para mantener el prioritario distanciamiento social, que apunta a quitarle velocidad a la proliferación del virus y evitar que todos se enfermen al mismo tiempo para que no colapse el sistema de salud, tiene que ser muy bien sustentada.
Está claro que hay poblaciones de riesgo como adultos mayores que deben seguir en casa, niños y jóvenes que no podrán retornar a sus colegios y universidades y establecimientos de ocio que tienen que seguir cerrados; pero inquieta que se decrete una vuelta prematura a determinadas actividades económicas asumiendo protocolos que podrían quedarse cortos ante la indisciplina de ciertos colectivos.
No se debe caer en el falso dilema entre salud o economía. Si no se frena el impacto que esta pandemia podría alcanzar en el país, las consecuencias serían devastadoras en todos los niveles. Bienvenida la economía de guerra porque si la actividad se retoma cuando no corresponde, más nos demoraremos en salir de esta crisis y más compleja resultará la recuperación. Salud y economía, pero ante todo, salvar vidas.
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