
El ‘Pupileto’ como símbolo
José Osorno Márquez, con 22 años y 19 anotaciones judiciales, entra y sale de los juzgados como Pedro por su casa. Es un ejemplo casi folclórico de un problema grave que debe resolver cuanto antes el sistema judicial. Cada vez que tratamos de entender los mecanismos que rigen esta endiablada puerta giratoria, nos encontramos con las versiones encontradas de los jueces y la Policía.
Uno de los problemas más graves hoy del sistema judicial colombiano es la extraordinaria asiduidad con que los delincuentes que captura la Policía quedan en libertad tras un paso efímero por la justicia.
Cada vez que tratamos de entender los mecanismos que rigen esa endiablada puerta giratoria, nos encontramos con las versiones encontradas de la Policía y los jueces. La primera achaca a la negligencia de los segundos la liberación del detenido, mientras que estos la atribuyen a deficiencias en el trabajo de los agentes.
El hecho es que casi no pasa día sin que ladrones o atracadores –unos más presuntos que otros– salgan a la calle a seguir cometiendo sus fechorías tras haber sumado una nueva anotación en su ficha judicial.
Un caso que podríamos considerar simbólico de esta anómala situación es el de José Osorno Márquez, conocido como ‘El Pupileto’, que, con 22 años de edad y 19 anotaciones a sus espaldas por robo, entra y sale de los juzgados de la ciudad como Pedro por su casa.
El lunes pasado, Osorno fue capturado en unas circunstancias que más parecen propias de un sainete: al huir por el patio de una casa donde había intentado robar, cayó en un predio del Batallón Paraíso, y los soldados que se encontraban en el lugar lo detuvieron y pusieron a disposición de la Policía. Era la novena captura que sufría ‘el Pupileto’ en su historia delincuencial.
Pues bien: ayer, el juez lo dejó libre alegando defectos de forma en el procedimiento, ya que, según alegó, debió ser el Ejército y no la Policía quien lo entregara a la justicia. Y cuando Osorno salía una vez más en libertad de la audiencia, fue capturado –por décima vez– por otro delito pendiente.
‘El Pupileto’ tiene por costumbre cometer sus fechorías sin recurrir a armas o causar daños personales. Y suele subir a las redes sociales imágenes suyas exhibiendo con jactancia el producto del latrocinio.
Quizá estos factores hayan contribuido a cimentar una imagen folclórica del personaje y a convertirlo en tema de conversación sobre anécdotas pintorescas. Pero creemos que es un error frivolizar este tema, pese a que no estemos ante un criminal de alta peligrosidad.
El caso de ‘el Pupileto’, que para algunos podrá ser motivo de divertimento, nos muestra en su elementalidad el problema de mayores dimensiones al que nos referíamos en un comienzo: el de los desajustes en el sistema judicial-policial del país, que permite que estas cosas sucedan con preocupante frecuencia.
Las autoridades concernidas no pueden seguir impasibles ante esta situación que en nada ayuda a la tranquilidad de los ciudadanos.
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