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Se confirmó oficialmente lo que era una previsión desde mayo. En este año inédito por la acumulación de sucesos alrededor del Covid-19, que ha centrado la atención a nivel global, la Niña vuelve a estar entre nosotros y se quedará hasta el primer trimestre de 2021, según la Organización Meteorológica Mundial (OMM). El organismo anuncia lluvias por encima de lo normal en América del Sur, mientras en el Gran Cuerno de África y Asia central ocurrirá todo lo contrario: las precipitaciones estarán por debajo de lo esperado para la época.
El enfriamiento, a gran escala, de la temperatura de la superficie del océano Pacífico ecuatorial sumado a otros cambios en la circulación atmosférica tropical fortalecieron sus condiciones durante octubre. Los intensos aguaceros registrados a finales de septiembre, en Barranquilla, el Atlántico y otras zonas del Caribe colombiano, por encima de los valores normales del promedio histórico, avalaron los modelos de predicción climática del Ideam y de centros internacionales, y encendieron las alarmas de cara a la segunda temporada de invierno en el país. En esta ocasión, sin embargo, se habla de un episodio “de moderado a fuerte”, a diferencia de lo vivido entre 2010 y 2011, cuando fue muy intenso.
A pesar de este matiz, que a nadie se le ocurra minimizar el alcance de un fenómeno atmosférico de tan infausta recordación en los municipios del sur del Atlántico impactados por la ruptura del canal del Dique en noviembre de 2010, cuando más de 90 mil personas resultaron damnificadas y sus tierras, las más fértiles del departamento, terminaron anegadas. 10 años después, el riesgo sigue latente, hoy como consecuencia de la creciente erosión provocada en Ponedera y Suan por la corriente del río Magdalena, que está generando alarma del otro lado, en Salamina, Magdalena, por la socavación en varios puntos. Autoridades y pobladores temen inundaciones al intensificarse las lluvias por cuenta de La Niña.
La alerta está lanzada. Autoridades del orden nacional y territorial deben reforzar, cuanto antes, las estrategias de prevención y respuesta de los comités departamentales y locales frente a posibles eventos o emergencias. Hay que estar preparados. Los actores del Sistema Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres (SNGRD) saben que La Niña no es el único factor condicionante de las características climáticas de la zona y sus efectos no son siempre iguales. Justo ahora, la Región afronta el embate de un ciclón tropical que ingresó, en las últimas horas, a las aguas marítimas del país dejando abundantes lluvias.
Octubre fue un mes atípico en materia de precipitaciones en el interior del país, pero en noviembre y diciembre las lluvias serán intensas y se prevé un incremento en los niveles de los ríos en el área Andina, muchos de los cuales desembocan en el Cauca y en el Magdalena. Además, aumentará la posibilidad de vendavales, crecientes súbitas, anegamientos y arroyos, y por la saturación de los suelos hay amenaza de deslizamientos de tierra y caída de rocas.
Entes territoriales del Caribe deben comprometerse a hacer seguimiento permanente de la evolución de La Niña y a monitorear zonas ribereñas y laderas, entre otros puntos de riesgo, para anticipar su respuesta a la afectación de sectores sensibles al fenómeno, como el agropecuario, los recursos hídricos o la salud. Son momentos turbulentos, en los que se requiere extremar las medidas preventivas. La pandemia del coronavirus limita la capacidad de atención de muchos organismos de gestión del riesgo o atención de desastres y resulta prioritario garantizar el apoyo necesario para planificar las acciones a seguir en una coyuntura tan compleja, donde no hay tiempo que perder. Responsabilidad compartida es esencial cuando el bienestar y la subsistencia de miles de personas están en juego. Que no se repitan errores del pasado.