El país revivió el pasado 31 de octubre una historia que por años y aún hoy sacude al país cada vez que vuelve a la memoria o que sus circunstancias saltan nuevamente a la discusión pública: la inexplicable y extraña muerte de Luis Andrés Colmenares, el joven guajiro que hace 15 años apareció muerto en el caño El Virrey en Bogotá tras una celebración de Halloween.

Ahora la víctima fue Jaime Esteban Moreno Jaramillo, que al igual que Colmenares perdió su vida a los 20 años. El pasado viernes en la madrugada, al salir de una discoteca en la localidad de Barrios Unidos de la capital del país, recibió una dura golpiza en medio de una riña, en la que aparentemente están involucrados dos hombres y dos mujeres. La discusión habría iniciado dentro del lugar donde se encontraban; Jaime Esteban y el amigo que lo acompañaba fueron perseguidos y alcanzados una cuadra más adelante, donde recibió el golpe mortal.

La paliza que recibió el estudiante de séptimo semestre de Ingeniería de Sistemas de la Universidad de los Andes fue de tal intensidad que sufrió un trauma craneoencefálico severo que le produjo la muerte, pese a que intentaron auxiliarlo y lo trasladaron a un centro asistencial. De nada sirvieron las maniobras de reanimación utilizadas por el personal médico que lo atendió, pues fue golpeado de manera tan brutal y sin piedad que por sus heridas terminó escurriéndose su vida.

Con el paso de las horas se conocieron los dramáticos testimonios y las imágenes captadas en cámaras de seguridad que registraron la severidad de los golpes y el ataque del que fue víctima Juan Esteban. En una actitud totalmente irracional sus atacantes le propinaron puños y patadas que le produjeron múltiples traumas en la cabeza y en el tórax.

Al observar esas imágenes y escuchar los relatos de los testigos, solo es posible pensar y preguntarse cómo puede ser posible que un humano, un ser racional y pensante, pueda perder el control de una manera tan absurda y al punto de acabar con la vida de alguien como lo hicieron con la vida de Jaime Esteban, dejando un inmenso dolor en una familia que se quedó esperando de vuelta al mayor de los hijos, tras lo que debió ser una noche de fiesta y alegría.

Otra vez una celebración de Halloween sacude y conmociona al país por cuenta de un caso que, al igual que pasó con el de Colmenares, involucra jóvenes, fiesta y alcohol. Son varias las coincidencias en ambas historias: los dos tenían 20 años, eran estudiantes de Ingeniería en la Universidad de los Andes y su última noche con vida celebraban en fiestas de discoteca una noche del 31 de octubre. Pasaron quince años entre las muertes de Luis Andrés y Jaime Esteban.

El dolor y la tragedia de la familia Moreno Jaramillo vuelve a poner en el debate lo violenta que puede terminar una discusión y el peligro de la intolerancia, casi siempre exacerbada cuando hay alcohol de por medio. Inmediatamente sucedió el hecho tres personas fueron capturadas, las dos mujeres presentes en la pelea fueron dejadas en libertad y se busca al segundo individuo, otro hombre cuya identidad se desconoce y quién habría sido el responsable del mortal golpe que terminó por matar a Jaime Esteban.

En un reciente informe del Ministerio de Defensa, se revela que las riñas son la segunda causa de homicidio en Colombia. El 19 % de los asesinatos en el país están asociados a estos actos de intolerancia. Y particularmente en Bogotá, sus autoridades justamente lanzaron a comienzos de octubre la campaña llamada “Un segundo antes”, partiendo de la base de que en la capital de país 4 de cada 10 homicidios comienzan con una pelea, producto de una agresión, una ofensa o un mal entendido que pudo controlarse y evitarse.

El lema de dicha campaña reza: “Un segundo antes del golpe, un segundo antes del disparo. Ese segundo puede cambiarlo todo. Respira. Piensa. Detente”. No es más que un llamado a controlar las emociones y reflexionar antes de trenzarse en discusiones que pueden derivar en tragedias que cobran vidas, especialmente en los jóvenes, como evidentemente sucedió en el más reciente caso que tiene conmocionado al país entero y que revivió la incertidumbre por lo que sucedió realmente también en el mediático y sonado caso de Luis Andrés Colmenares.

Frente al caso de Jaime Esteban es necesario detenerse y reflexionar cómo de distintos escenarios, desde la función pública hasta el seno de las familias, pasando por escuelas y universidades, se multiplican las campañas y programas para promover el diálogo y la concertación como mecanismos de resolución de conflictos personales. Los puños y mucho menos las armas no pueden ser las herramientas para dirimir diferencias. En tiempos de agitación y polarización, cualquier chispa prende un fuego enorme e inacabable.