La ciénaga de Los Manatíes, en Sabanilla, Puerto Colombia, perece ante el desconcierto de una comunidad que no solo la ha habitado, sino que ha vivido de ella durante generaciones.
Lo que hasta hace una década fue un exuberante ecosistema, hogar de robustos manglares, aves migratorias y diversas especies de peces, ahora es un paisaje desolador, teñido de un verde enfermizo, con arbustos muertos y aguas casi sin vida. El deterioro ambiental resulta indiscutible, pero la causa exacta aún está en disputa. Y eso es profundamente alarmante.
En las últimas semanas, como registró EL HERALDO, han sido recurrentes las lamentables escenas de peces muriendo asfixiados en sus orillas, en medio de aguas con niveles cada vez más críticos de oxígeno. Los manglares, fundamentales para la regulación ecológica y protección costera, han quedado reducidos a madera de tono ceniza, innegable evidencia de su declive. Y aunque los expertos consultados están de acuerdo en que la ciénaga se encuentra en una profunda crisis ecosistémica, consecuencia de la hipersalinización del embalse, entre otras razones, sus explicaciones no son del todo coincidentes, lo que deja al descubierto una preocupante falta de claridad científica acerca de lo que está ocurriendo.
Lo primero es entender que la ciénaga de Los Manatíes y la de Mallorquín son lagunas costeras de baja profundidad que hacen parte de un mismo sistema y se alimentan de la mezcla de agua salada del mar y agua dulce, procedente de los arroyos: un intercambio que garantiza su supervivencia. Cuando este equilibro hídrico se rompe, surgen las dificultades.
En ese contexto, la Corporación Autónoma Regional del Atlántico (CRA) asegura que la interrupción de los flujos de agua dulce, especialmente del arroyo León, alteró la armonía salina de la ciénaga, favoreciendo procesos de descomposición y la reducción del oxígeno. Situación agravada por la obstrucción debido a la vegetación y escombros de box culverts o alcantarillados cerrados sobre la vía Punta Roca y La Playa. También se lo atribuye al crecimiento urbanístico sin correcta planificación ambiental entre Punta Roca y Mallorquín.
Otros expertos, como el biólogo ambiental Samuel Cáceres, director científico de la Fundación Batis, afirman que el arroyo León ni siquiera tenía una relación directa con Los Manatíes, y que el problema real del humedal se originó por la desconexión con la ciénaga de Mallorquín, por efecto de un desvío mal ejecutado y sin estudios de impacto ambiental.
Esa divergencia de criterios técnicos nos deja una gran inquietud: ¿cómo salvar la ciénaga si ni siquiera existe consenso sobre qué la está deteriorando? Incertidumbre que no debería postergar decisiones. Urge que la Alcaldía de Puerto Colombia, la Gobernación del Atlántico, sus autoridades ambientales, en asocio con la academia y comunidades locales promuevan una investigación científica rigurosa, seria, independiente y multidisciplinaria que permita establecer las verdaderas causas y, sobre esa base, diseñar una hoja de ruta realista para su recuperación. Porque lo cierto es que el tiempo corre en contra, como indican pobladores.
Vale preguntarse lo que pasaría si la ciénaga de Los Manatíes muere por completo. Además de la tragedia ambiental que significaría la desaparición de este refugio de especies de fauna y flora, esencial para el equilibrio climático, también aparece el drama humano. Familias enteras se quedarían sin una de sus fuentes de sustento. De manera que es indispensable encarar este inminente colapso como lo que es: un punto de inflexión para el departamento del Atlántico que debe dejar de ser un convidado de piedra ante emergencias tan delicadas.
La naturaleza es sabia, también resiliente, pero la degradación de ecosistemas, expresada en contaminación, pérdida de biodiversidad o agotamiento de recursos por acción humana, requiere una transformación integral. Nada distinto a voluntad política, inversión pública, seguimiento detallado y coordinación institucional. Si ahora se iniciaran los esfuerzos por su recuperación, las mejoras se verían en una década. Entonces, ¿qué están esperando?







