Hace justo un año la Aeronáutica Civil recibió la operación del Aeropuerto Ernesto Cortissoz. Aunque la entidad indica que ha ejecutado intervenciones desde entonces, la terminal aérea –que sirve a Barranquilla– aún está lejos de ser una infraestructura moderna, de talla internacional, con una amplia conectividad aérea, variedad de servicios, cómoda y eficiente, un verdadero centro logístico que garantice la competitividad y el desarrollo del Atlántico.
Ante las enormes dificultades denunciadas a diario por viajeros nacionales y extranjeros, toda una vergüenza que impacta directamente la reputación del territorio, al director de Aerocivil, Henry Pinto, no le queda más que reconocer lo evidente. Mal haría en no hacerlo.
En todo caso señala que, luego de la terminación anticipada y liquidación del contrato de concesión del Grupo Aeroportuario del Caribe (GAC), decretada por el fallo del Tribunal de Arbitramento de la Cámara de Comercio de Bogotá, Aerocivil asumió un “aeropuerto en ruinas”, por sus condiciones operativas y de infraestructura. Así se lo dijo a EL HERALDO. Respetable opinión.
Sin embargo, nos es difícil consentir que 365 días después de estar al frente de la operación apenas anuncie –y con bombos y platillos– unas mejoras básicas de pintura, adecuación de baños y pisos o eliminación de goteras que ya deberían estar listas.
Indiscutiblemente, la Aerocivil ha garantizado los servicios mínimos de la terminal aérea en términos de funcionamiento, operación, mantenimiento y elementales mejoramientos, entre estos de los muelles. De nueve se han recuperado seis y tres nuevos aún no se usan, porque dice Pinto que el “concesionario no le pagó al proveedor” y el asunto requiere ahora una salida jurídica. Válido, pero lo que urge por lo insufrible de la situación es que resuelvan definitivamente la recurrente problemática del vetusto sistema de ventilación o de los aires acondicionados y del área de la entrega del equipaje que parece de aeropuerto de vereda.
De momento, Aerocivil anuncia intervenciones por $86 mil millones del lado aire, es decir, mantenimiento de pistas y calles de rodaje, ayudas visuales para la seguridad aérea y cerramiento perimetral, y del lado tierra, obras dentro de la terminal de pasajeros. Estas se ejecutarían hasta julio de 2026, de acuerdo con el cronograma previsto. Sin embargo, de la terminación de obras contempladas en el contrato inicial del concesionario nada se sabe. Tampoco de un diagnóstico clave, aún pendiente, sobre la estructura de la terminal de carga.
Será darle, por ahora, al contratista y a la entidad el beneficio de la duda. No obstante, la veeduría, conformada por Intergremial Atlántico, Cámara Colombiana de Infraestructura seccional Norte, Cámara de Comercio de Barranquilla, Sociedad de Ingenieros del Atlántico y la asociación cívica Por Amor a Barranquilla, debería reforzar su mirada vigilante sobre el avance o los resultados del proyecto en ejecución. Y no estaría de más solicitar el diligente acompañamiento de los entes de control para que hagan lo propio ¡Son recursos públicos!
El Cortissoz, uno de los cinco aeropuertos más importantes del país en movilización de carga y pasajeros, 3.4 millones en 2024, genera ingresos propios que oscilan entre los $10 mil y $12 mil millones al mes. Mal contados serían unos $120 mil millones. Ese dinero debe ser invertido en su modernización, en trabajos de alto impacto o de gran envergadura que se traduzcan en una mejora efectiva de su estado para gestionar mayores flujos de viajeros.
Tanto la Aerocivil, respecto a la operación y mantenimiento, como la ANI, frente a su futuro, son las responsables directas del Ernesto Cortissoz. De modo que la primera debe ser estricta en el cumplimiento del contrato en ejecución y la segunda tendría que evaluar con certeros criterios técnicos un proyecto viable de APP, de iniciativa privada, que termine en la adjudicación en un corto plazo de un nuevo concesionario del aeropuerto que sí se ocupe de realizar las obras que exige la ciudadanía, que también debe estar atenta para que no le terminen metiendo otra vez los dedos a la boca. Que el liderazgo público y privado actúen.