Las urnas hablaron en Reino Unido y lo hicieron de modo atronador: el Partido Conservador, liderado por el actual primer ministro, Boris Johnson, y acérrimo defensor de la salida de la Unión Europea, arrasó con una contundencia que no se conocía desde la victoria de Margaret Thatcher en 1979.
Para tener un cuadro claro de los ocurrido, el partido de Johnson obtuvo el 43,6% de los votos, Tan solo 1,2 puntos porcentuales más que en los comicios de 2017, pero que le permitieron un aumento de 48 escaños en el Parlamento.
Esa subida la consiguió a costa del desplome del Partido Laborista del polémico Jeremy Corbyn, que cosechó la peor derrota de su formación desde los años 30 del siglo pasado, con el 32,2% de los votos, casi ocho puntos por debajo de las elecciones de 2017.
El peculiar sistema electoral británico–que otorga el escaño en cada una las 650 circunscripciones al candidato más votado, mientras que el resto de aspirantes no obtiene nada– golpeó en esta ocasión con saña a los laboristas. Pero la razón de fondo de la debacle de los socialdemócratas no hay buscarla en un sistema nada distributivo de escaños, sino en su incapacidad para construir un discurso atractivo frente a las soflamas claras, sin matices, de Johnson contra la UE y contra los inmigrantes.
Algunos analistas sostienen que los resultados de las elecciones del jueves ponen en evidencia el fracaso del proyecto europeo. Nadie duda de que la UE afronta muchos problemas y que la desafección ciudadana hacia Bruselas ha ido en aumento, pero quizá el mayor fracaso haya que buscarlo en el propio Reino Unido.
Más allá de consideraciones ideológicas –la reflexión puede valer para discursos populistas de derechas o de izquierdas–, el mensaje radical de Boris Johnson suele calar con fuerza en sectores sociales deprimidos y atemorizados, lo cual no deja en buen lugar al país donde viven.
Por lo demás, Johnson ha pescado un buen caudal de votos en el centro y norte de Inglaterra, zonas obreras y tradicionales bastiones laboristas. Pero serias amenazas se ciernen sobre él –y, lo peor, sobre el Reino Unido– en otros frentes. En concreto, en Escocia e Irlanda del Norte.
El Partido Nacional Escocés (SNP, por sus siglas en inglés) consiguió en este territorio 48 de los 59 escaños en disputa. Y en Irlanda del Norte, los partidos nacionalistas consiguieron por primera vez más escaños que los unionistas. hay que subrayar que tanto el SNP como los nacionalistas irlandeses son firmes partidarios de seguir en la UE. Johnson podría además enfrentarse a un nuevo referéndum separatista en Escocia.
¿Ganó Johnson? Por supuesto. La gran pregunta es si también ganó Reino Unido.