Hace tan solo tres días, a raíz de la divulgación de una encuesta del Dane sobre el mercado laboral, dedicamos este espacio editorial al problema del desempleo. Advertíamos que los datos eran muy preocupantes a pesar de los esfuerzos del director del departamento estadístico por suavizar sus dimensiones.

Una encuesta encargada por varios medios nacionales a Invamer, difundida el viernes, vino a corroborar nuestra percepción al establecer que el desempleo es en estos momentos la principal preocupación de los colombianos, por encima de la corrupción y la inseguridad.

Esta última encuesta señala también que la desaprobación al presidente Duque ha vuelto a crecer y que el rechazo al mandatario es especialmente acusado entre los jóvenes.

Es muy probable que ambos hechos estén conectados. Más allá de que otros factores también puedan explicar la caída en la valoración de Duque, basta con poner el oído a las conversaciones cotidianas, sobre todo entre los jóvenes, para advertir el protagonismo creciente del tema laboral. En concreto, la falta de oportunidades de trabajo y la precariedad para quienes tienen la suerte de encontrarlo.

A medida que los países mejoran sus indicadores socio-económicos, como sin duda ha sucedido en Colombia en los últimos años, los ciudadanos se vuelven más reivindicativos en la exigencia de oportunidades. Y en estos momentos lo que ven es un horizonte incierto.

Es cierto que la creación de empleo no depende solo de la voluntad de los gobiernos. Intervienen muchos elementos más, como la coyuntura internacional, el dinamismo de los empresarios o la disposición de la sociedad para el emprendimiento. Pero, sin duda, un gobierno tiene herramientas para contribuir en la animación del mercado laboral.

Ese es, precisamente, uno de los mayores retos para Duque en lo que le resta de mandato. Y ya no bastará con reducir uno o dos puntos porcentuales la tasa actual del desempleo del 9,4%. Bien sabido es que el método de medición de empleo introducido en 2006 en nuestro país muestra un cuadro mucho más ‘sano’ de lo que realmente es, al extender la consideración de ocupados a cientos de miles de trabajadores informales ocasionales y hacer que cientos de miles de inactivos pasen como desocupados activos.

La tarea que tiene por delante el presidente Duque –como él mismo lo ha admitido en más de una ocasión– es avanzar hacia un mercado laboral realmente sano y estable. Ello sería bueno no solo para los trabajadores, sino para el conjunto del país: habría más cotizantes permanentes, más contribuciones pensionales y mayor consumo, lo que a su vez estimularía al sector empresarial.

Hacia ese círculo virtuoso hay que avanzar, más allá de lo que digan los datos del Dane.