La primera acción militar directa de Estados Unidos contra Siria, en retaliación a un ataque, al parecer con armas químicas, que había dejado antes decenas de muertos, ha encendido las tensiones en el tablero de la geopolítica internacional.
El mismo presidente Donald Trump confirmó la acción de su gobierno, minutos después de que la noticia empezará a esparcirse como alarmante pólvora en los medios de comunicación del mundo y las redes sociales. Su decisión unilateral de lanzar unos 70 misiles teledirigidos a un aeródromo del país de Oriente supone una inédita escalada internacional en el desarrollo de la guerra civil en que está inmerso ese país desde hace seis años, y cuyas repercusiones van mucho más allá de sus fronteras.
El polémico mandatario norteamericano sostuvo que es “vital para la seguridad nacional” de su país detener la propagación y el uso de armas químicas mortales, e invocó el respaldo de “todas las naciones civilizadas” para acabar el “derramamiento de sangre” en Siria. Se confesó conmovido por la muerte “lenta y brutal de bebés preciosos”, y dio así un giro a la posición que venía manteniendo frente a Siria desde los tiempos de campaña: señaló frontalmente al “dictador sirio Bachar Al Asad” de haber lanzado el ataque químico contra “civiles inocentes. Con un agente nervioso mortal, ahogó las vidas de hombres, mujeres y niños indefensos”.
Con su acción Trump, recién posesionado este año, ha demostrado que está muy dispuesto a respaldar con acciones contundentes en el terreno militar el talante beligerante y categórico que caracterizó su discurso en el camino hacia la Casa Blanca. Y ratificó que, tal como señalaban sus detractores, la imprevisibilidad seguirá siendo una de sus cartas a jugar.
En uno de los temas en los que más precavido se mostraba, por ser crucial en la relación con Rusia, aprovechó para darle un golpe a la mesa de las tensiones internacionales y asentarse en la posición de guardián del orden mundial. De momento parece haberse anotado su primera gran victoria política. Por más controversial que parezca, el lanzamiento de misiles ha reunido un amplio respaldo tanto en su país como a nivel internacional.
Se trata de una acción de guerra, como muchas otras, discutible. Más allá de la popularidad que revista, no ha quedado claro todavía cuál es el sentido de este ataque. Sería bueno contar con una mejor explicación del argumento estratégico que lo motivó, para entender si el ataque ha respondido a un objetivo razonado o si se ha tratado de un mero capricho para dar un golpe de popularidad.
La batalla por el control de Siria que protagonizan el régimen de Bashar Al Asad y las facciones opositoras es también la escenificación de un pulso en el cuál están midiendo fuerzas algunas de las principales potencias del mundo. Por eso algunos vislumbran un mensaje de advertencia a Irán y Corea del Norte, que incrementa la tensión con Moscú, principal aliado de Al Asad. Como una “agresión contra un estado soberano”, lo calificó el gobierno de Vladimir Putin.
Entre tanto, los representantes de EEUU en el Consejo de Seguridad de la ONU advirtieron que están preparados para “hacer más”.
El presidente Juan Manuel Santos fue uno de los mandatarios que sumó su voz de respaldo a Trump. Colombia, por supuesto, es un aliado estratégico de EEUU e históricamente lo ha acompañado en sus gestas. Pero hoy, el mundo lo que necesita más que nunca es mesura, no poner a prueba peligrosas tensiones. Salvo que se demuestre que una acción bélica tiene una motivación seria que la justifique, el derramamiento de sangre no se cura con decisiones que puedan desencadenar más violencia.
Salvo que se demuestre que una acción bélica tiene una motivación seria que la justifique, el derramamiento de sangre no se cura con decisiones que puedan desencadenar más violencia.