Reportes de más de 25 heridos y supuestas amenazas y presiones contra la Alcaldía enmarcan la celebración de la corraleja en Turbaco, Bolívar. Es el primero del año en un extenso calendario de festejos taurinos, fuertemente arraigados en la cultura popular costeña, y cada vez menos ajenos a una polémica de escala nacional.

Un toro vencido en la arena, recibiendo patadas, piedras y cuchilladas hasta la muerte de parte de una muchedumbre enardecida por el alcohol, es una escena que muchos no han olvidado y aún preserva, un año después, su sentido interno como alarma, a la vez que reproche. Uno de los asistentes grabó con su celular, desde las gradas, el escalofriante linchamiento, al inicio del año pasado. En ese entonces, también fue Turbaco el teatro. Las imágenes se regaron como pólvora a través de las redes sociales, hasta encender la indignación y la solidaridad de distintos sectores de la sociedad, además de las organizaciones que se dedican cotidianamente a promover la defensa de los animales.

En su momento, la Fiscalía y el Ministerio de Justicia anunciaron investigaciones que implicaban al alcalde de Turbaco. Sin embargo, determinaron que no hubo delito.

No tuvieron que pasar muchos días para que la opinión pública fuera estremecida de nuevo por otro episodio en una corraleja. Un descuartizamiento quedó registrado en video, esta vez de un caballo que cayó corneado en Buenavista, municipio de Sucre.

Vale la pena recordarlo por el debate que sobrevino tras el escándalo que suscitaron los videos; una discusión necesaria en un país que libra una batalla a varias bandas para dejar atrás el estigma de la violencia, más allá de la posición que se pueda sostener favor o en contra de los festejos taurinos como manifestación cultural de una tradición.

La discusión vuelve a saltar al ruedo ahora, con el inicio de la temporada de festejos taurinos.

En Turbaco se celebraron, a pesar de los antecedentes. El exgobernador de Bolívar Juan Carlos Gossaín hizo una consulta popular, en la que se les preguntó a los pobladores del departamento si estaban de acuerdo o no con la realización de corralejas. Ganó el “no”, con un 68% de los 45.274 votos. No obstante, quedó claro que los alcaldes tendrían la última palabra a la hora de autorizar o no estos eventos.

La recientemente aprobada ley contra el maltrato animal decidió mantener la excepción de sanciones a este tipo de espectáculos, como estaba ya consignado en el artículo 7 de la Ley 84 de 1989.

Pero estas fiestas no dejan de ser polémicas no solo por el maltrato, sino por el espectáculo de degradación en que se convierten algunas. A cambio de unos pesos y un pucho de licor, entran al ruedo personas que se convierten, al mismo tiempo, en potenciales maltratadores y potenciales víctimas.

Lo mínimo que cabría pedir en esta circunstancia es que se tomen todas las medidas cautelares para garantizar la mayor seguridad posible en estos eventos, tanto para el público, como los participantes y los animales. Y que la aprobación o no de las corralejas sea fruto de una seria reflexión de los alcaldes sobre su impacto, más que un simple trámite.

Porque vienen ahora más fiestas en Ciénaga de Oro, Córdoba; Colosó, Sucre, y luego en Arjona, Bolívar. Vienen más toros, más heridos, más espectadores con celulares, más sangre en el ruedo y en las pantallas.