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El alma a través de los ojos: tan común como cierto, la imaginación se arrodilla ante la realidad, las manos pincelan el camino que los recuerdos recorren, muchos opacos, pero las sensaciones siguen intactas para un Pato argentino de 63 años, que desde 1977 anidó en las costas caribeñas y en los corazones de los viejos aficionados del Unión Magdalena y, desde 1980, en el Junior de Barranquilla.

No llora, resiste, aprieta, respira profundo, sonríe, sigue raudo, sin titubear, con la cabeza levantada que acompañan sus dedos apuntando al fondo de la pared, los dobla simulando el ‘chanfle’ que con su pierna derecha habilitaba magistralmente a Tutino, a Bonifacio, a Converti o al Maestro Arango. Pero esa fiereza que pocos balones pegados a alguna pierna dejó escapar juntas, es gambeteada por la melancolía, pero sobre todo por el agradecimiento al que insiste reiteradamente Omar Alfredo Galván.

Para muchos, uno de los mejores volantes 8 que pasó por el Tiburón con el que alzó el segundo título en 1980, en una abarrotada cancha y ante un clásico rival como el Deportivo Cali. Fueron cinco años con la rojiblanca, sudando, metiéndose dentro de la memoria de una hinchada que aún lo recuerda, como tampoco la de la otra orilla, la del Ciclón Bananero, equipo que le abrió sus brazos para llegar al país desde el 77 hasta el 79.

Junior subcampeón en 1983: arriba, Edgardo Bauza, Pedro Blanco, Omar Alfredo Galván, Luis Grau, Daniel Carnevalli y Víctor Pérez. Abajo, Tony Salja, William Knight, Carlos Babington, Kiko Barrios y Fernando Fiorillo.