
El antropólogo que supervisó en el Mundial Juvenil de Tenis
Walter Rojas es feliz mezclando el deporte con lo humano, sobre todo en un país como Colombia, donde la figura del deportista tiende a ser idealizada.
En el juego de la vida, Walter Rojas se divide en dos sets: el tenis y la antropología. Dos pasiones que combina a la perfección y que aunque muchos se pregunten en qué se relacionan, él tiene claro que para ambas se necesita “humanidad”.
Empezó a los 16 años como recogebolas o como se le llama en el tenis, ball boy, y de a poco fue escalando hasta a convertirse en árbitro supervisor e impartir justicia en torneos de la ITF.
Compaginar el estudio con otras actividades no es sencillo, sobre todo cuando estas son tan demandantes como el deporte. Sin embargo, su trabajo le ha alcanzado para estudiar administración deportiva y antropología, arbitrar y viajar por el mundo.
“Con el tiempo me fui dando cuenta que con más educación es más fácil tener oportunidades. Me nació la necesidad de nivelarme académicamente. Mi papá siempre nos inculcó el amor por el estudio y el crecimiento mismo dentro del tenis implicaba ir creciendo académicamente”, dijo el bogotano de 41 años, en diálogo con EL HERALDO.

Inmerso en una rutina cada vez más acelerada, donde la falta de tiempo se convierte en el principal obstáculo, reconoce que poner en orden su agenda con los estudios y sus compromisos como árbitro en la Liga de Tenis de Bogotá y la Fedecoltenis, no ha sido fácil.
“Ha sido muy complejo. La carrera de antropología y humanidades me ha costado ya siete años. Me ha tocado parar, cancelar semestres, volver a empezar. Por todo esto de la pandemia preferí suspender el semestre de antropología, porque pienso que es una carrera para el debate, para hablar, y no por medio de zoom”, indicó.
Afirma que “el tenis y la antropología se relacionan directamente. Son actividades humanas no mecanizadas o que no pertenecen al contexto económico tradicional. Una forma de aprender más sobre el ser humano es el deporte y la antropología”.

No se arrepiente de ninguna decisión tomada hasta el momento. A través del deporte “he tenido la oportunidad de conocer el país y otras partes del mundo, y los viajes te dan para reconocer otros comportamientos humanos, otros modus vivendi”, aseguró.
Es feliz mezclando el deporte con el tema humano, sobre todo en un país como Colombia, donde la figura del deportista tiende a ser idealizada más allá del ser humano.
“El deporte es una de las caras bonitas de Colombia. La gente se siente identificada con la lucha, el esfuerzo, el salir adelante. Toman a los deportistas colombianos como referentes. El deporte está vinculado con ciertos valores éticos y morales, y ese comportamiento contribuye a una mejor sociedad”, expresó.
Walter adelanta su tesis de grado y piensa enfocarse en la raigambre del pueblo Mokaná, en el Atlántico. Ya finalizado el Mundial Juvenil de Tenis que se realizó en Barranquilla, el bogotano aspira “concentrarse” varios días entre Usiacurí y Puerto Colombia para adelantar su trabajo de la universidad, mientras sus otros compromisos con el tenis se lo permiten.
