En el fútbol, es requisito indispensable tener conocimiento de los fundamentos técnicos. El jugador debe saber tener una adecuada relación con el balón: controlarlo, conducirlo, distribuirlo correctamente, son gestos imperiosos que sirven para integrarse a la naturaleza del juego.

Es, al menos, el primer paso para ser un buen jugador. Pero no el único; la técnica es necesaria, pero no suficiente. Hay que ejecutar esos fundamentos en realidad de juego, y eso implica poseer una buena inteligencia táctica, que es aquella que induce a la acertada toma de decisiones.

No basta, entonces, con un sensible trato con la pelota para convertirse, de inmediato, en un buen jugador, sino se es capaz de utilizarlo para resolver convenientemente las múltiples y complejas situaciones que el partido plantea. Si un jugador es dueño de las dos premisas anteriores, y además las refuerza con una firme condición física y una estable actitud mental, estaríamos en presencia de un buen jugador. Sin embargo, la certificación final no podrá ser expedida, si todos estos argumentos no los traduce en rendimiento.

Hago todo este preámbulo, con el fin de referirme a las nuevas incorporaciones del Junior.

Con excepción del volante panameño, Gabriel Gómez, que ha sostenido una gran regularidad en sus anteriores equipos, en los que dejó como legado futbolístico su esfuerzo para la recuperación del balón, la ubicación para el equilibrio colectivo y un potente remate; los otros tres, Diego Álvarez, Jonathan Álvarez y Edwin Cardona, no han podido consolidarse como jugadores titulares en su periplo profesional. En ellos se advierte, al primer golpe de vista, unas indisimulables condiciones técnicas, una agraciada y armoniosa relación con el balón.

Pero por alguna razón que, obviamente, a la distancia desconozco, no han gozado de la imprescindible continuidad que ayuda a consolidar al profesional. Sus rendimientos han sido inferiores al nivel de sus condiciones. Todos saben participar en la elaboración, su técnica les permite convertirse en eslabones útiles para la cadena ofensiva.

Jonathan la lleva muy cerca de su pie izquierdo y con buena visión panorámica. Diego no es un ‘9’ típico. Sale de la vigilada área rival y con diagonales rápidas y técnica en velocidad regresa a ella. Cardona, en su momento la más esperanzadora aparición en el fútbol juvenil de Colombia, tiene manejo, pegada, gol, gambeta. Pero también tiene indolencia en su andar y un inocultable sobrepeso que lo disminuye.

El panorama es: buenos jugadores inconsolidados. Altas condiciones enfrentadas a la inestabilidad. El técnico Alexis García cree en ellos. Y la afición juniorista a la espera de que la calidad que los engalana, se imponga a la irregularidad que los desluce.

Javier Castell López

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