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El Junior le entrega el báculo al profesor Alfredo Arias para que lo guíe este semestre. Con la confianza en sus conocimientos, experiencia, profesionalismo y liderazgo.

En sus dos más recientes gestiones en la Liga colombiana, Medellín y Cali, transitó entre la disputa de una final y la eliminación a los cuadrangulares.

Aquel Medellín que enfrentó al Junior en la final en diciembre de 2023 era muy buen equipo: intenso, dominante, de buen juego aéreo. La otra cara de la moneda fue el Cali, la de este Cali envuelto en una complejísima situación institucional.

Respetuoso de las particularidades de los futbolistas, no es fanático de la uniformidad, pero cree en la continuidad del sacrificio. Mientras llega el momento de que su equipo hable por él, se encarga de dejar un mensaje claro, con un uso correcto del idioma, de su ideario futbolístico. Sin atisbos de arrogancia ni asomo de ‘sabelotodo’.

En Medellín, el funcionamiento estaba muy ligado a la fiereza y constancia de Brayan León en punta para presionar, y del liderazgo y generosa entrega de Daniel Torres. Colectivamente jugaba como si fuera la extensión de aquellos dos.

En cambio, en el Cali, ensayó en los primeros partidos el tándem creativo de Jarlan Barrera y Javier Reina, dos ‘10’. En tiempos en donde son escasas, casi inexistentes, esas sociedades, Arias lo probó, pero al pasar de los partidos se fue degradando y quedó solo Barrera, quien fue el jugador que mejor usó el balón y mejores decisiones tomaba.

Un técnico que ya ha dirigido a tres de los equipos grandes de la Liga colombiana no debería extrañar ni sorprenderse ni intimidarse por el nivel de exigencia del entorno y de la hinchada juniorista. Ya veremos qué estilo futbolístico busca, o encuentra, en Junior.