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Cartagena es una ciudad hecha de historias. Algunas se esconden tras las paredes de las casas republicanas de Manga, otras se murmuran al atardecer entre patios coloniales y, unas más, como las que cuenta Gabriel Eligio Torres García, habitan los callejones como fantasmas que se niegan a irse.

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En uno de esos callejones creció Gabriel, sobrino del Nobel de Literatura Gabriel García Márquez. Y fue justo ahí, frente a su casa, donde surgió el germen de lo que sería su primera novela de ficción, Amores marcados por el destino. Una historia que mezcla la leyenda con la historia, el amor con la tragedia, lo real con lo fantástico. En otras palabras: una historia profundamente Caribe.

“Amores marcados por el destino nace de un suceso que ocurría frente a mi casa. Yo crecí en una de estas casas republicanas del barrio de Manga, y en la casa de enfrente decían que habían visto a una mujer”, recuerda Gabriel. “Las empleadas, seis o siete distintas, todas decían haber visto lo mismo: una mujer de cabello rubio hasta la cintura, con una bata blanca. Ninguna tenía relación entre sí, y repetían exactamente la misma versión”.

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Aquella aparición, conocida por todos como “la mona”, comenzó a tomar forma en su memoria de niño. No todos la veían, pero todos hablaban de ella. “Ninguno de los que vivían en la casa la vio. Ni yo, que iba casi todos los días a esa casa del callejón donde crecí”.

Un día, mientras veían una pelea de Miguel “Happy” Lora a mediados de los años 80, alguien en la sala llamó a la empleada del momento y le dijo: “Zunilda, ven acá, cuéntame cómo es la mujer que te pide el desayuno todas las mañanas desde que llegaste”. Y ella, sin dudar, describió a la mona con la misma precisión que las anteriores. Lo inquietante fue que Zunilda aseguró que la mujer le hablaba en un español distinto. “Según ella, vivía en otra época”.

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Con ese recuerdo, Gabriel hilvanó una historia ambientada en 1533, el año de la fundación de Cartagena. “Me invento una historia de una esclava que llega con Pedro de Heredia y un español que viene huyendo de la justicia. Él se enamora de ella y, cuando está a punto de perderla en una subasta, pide que la pesen y la compra por su peso en oro”, relata. Una historia de amor en tiempos de conquista, sangre, esclavitud e injusticia. “Simplemente es el amor por encima de cualquier circunstancia. El poder del amor”, resume.

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Reescribir la novela

Pero llegar hasta esta novela no fue inmediato. Aunque había publicado antes La casa de los García Márquez, un libro entrañable sobre la historia íntima de su familia, Gabriel no siempre se sintió llamado por la literatura. “Yo me fui por los números. A mí no me gustaba la literatura. Nunca fui de leer, fue una lucha de mi madre conmigo, y cuando quiso ganarla, ya tenía la peste del olvido”, dice con una mezcla de nostalgia y dolor.

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Fue en la distancia, ya viviendo en Miami, cuando el fantasma de la mona regresó. “Cuando quise ser escritor, 30 años después, lo primero que se me vino a la mente fue la historia de la mona. Y fue lo primero que escribí. Lo escribí a mano, en papeles. Pero el huracán Katrina se me llevó todo eso, más unos cuentos que ahorita estoy reescribiendo”.

Aun así, persistió. En su regreso a Colombia, compartió algunos textos familiares con su célebre tío. Gabo los leyó, los comentó y le dio el consejo más importante: “La única forma de ser escritor es escribiendo”. Años después, cuando Gabriel finalmente reescribió la novela, su tío ya había muerto. “Pero esa es la historia de Amores marcados por el destino. Inicialmente se llamaba Los destinos del amor, pero al final la misma novela me botó el nombre. En el último capítulo me salió, me saltó. Dije: este es, aquí no hay duda”.

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Encontrar su estilo fue otro proceso que, según él, surgió casi de forma natural. “Yo no tenía formación literaria. No era un lector empedernido. Pero las cosas me salían de una forma como si alguien me las estuviera dictando”. Luego entendió por qué: era el eco de su abuela Luisa, la misma que le contaba historias familiares con una mezcla de misticismo, ironía y sabiduría ancestral. “Así nos contaba mi abuela las historias de la familia. Era el tono literario de ella. Toda esa oralidad guajira está ahí. La misma que está regada por los libros de Gabo”.

Porque si bien Gabriel Eligio Torres es el sobrino del Nobel, también es el nieto de Gabriel Eligio García, “el primer escritor de la familia”, como le gusta decir. Un poeta romántico que sembró en sus hijos y nietos el arte de la palabra hablada. “Cualquiera de mis primos pudo haber escrito. Solo que nadie se atrevió. Cualquiera de mis tíos tenía esa oralidad que le daba mi abuelo”.

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Estuvo en la FILBo

Hoy, con su novela en mano, Gabriel ha llevado a “la mona” por distintos escenarios del país. La presentó primero en Cartagena, luego en la FILBo de Bogotá, y la reacción ha sido mejor de lo esperado. “La gente queda con la intriga de quién realmente fue la mona. La novela ha tenido una buena acogida. En la FILBo estuve con el departamento de La Guajira y prácticamente me quitaron los libros de la mano, ambos, el de La casa y el de la novela”.

Esa mezcla de intriga, historia y leyenda, que para él es tan natural como el aire caliente del Caribe, ha capturado la atención de los lectores. Quizá porque en su relato vive esa herencia inescapable de la familia García Márquez: hacer de lo mágico algo cotidiano. O de lo cotidiano, algo profundamente literario.

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