Lübeck, donde el lunes murió Günter Grass, encajaba con sencillez el adiós a uno de sus convecinos más ilustres, el tercer ciudadano Nobel que despide esa tranquila localidad del norte de Alemania, tras el escritor Thomas Mann y el excanciller Willy Brandt.
'Tote Dichter sterben nicht' -'Los poetas muertos no mueren', en traducción literal- era una de las dedicatorias plasmadas en el libro de condolencias de la Günter Grass Haus, una suerte de casa museo abierta en vida del escritor en esa ciudad hanseática.
El Ayuntamiento y la Casa Günter Grass de la localidad preparan para principios de mayo la ceremonia de despedida a su ilustre ciudadano, de acuerdo a la tradición alemana de celebrar estos actos -sean públicos o privados- varias semanas después de un fallecimiento. 'Estamos buscando la fecha adecuada con la familia, porque van a ser varios los lugares de Alemania y los formatos en que se le despida', indicó el director de la Casa Günter Grass, Jörg-Philipp Thomsa. El fallecimiento coincidió con una de las raras ocasiones en que la ciudad no estaba sumida en la tranquilidad que la caracteriza, sino en pleno revuelo político y policial.
La casa Brandt, como la de Grass, quedaban en la zona acordonada por la policía ante la celebración en la ciudad de la reunión de ministros de Exteriores del G7, preámbulo de la cumbre de los líderes de las siete potencias -EEUU, Alemania, Italia, Francia, Japón, Canadá y Reino Unido- que se celebrará en Baviera el próximo junio.