Unos días antes de la llegada del papa Francisco a Colombia, al senador Álvaro Uribe Vélez le preguntaron qué haría si el Papa lo viera. Inmediatamente sus ojos se transformaron en los de un niño en la puerta de un parque: ¿Si me ve?, ¿si yo puedo hablar con el Santo Padre? Pues, hombre, qué más le pide un pecador: “Santidad, deme la bendición”.
A Uribe se le ha percibido inquieto, pues de lejos se sabe que la visita del Papa a Colombia es un espaldarazo al proceso de paz. Algunos de sus seguidores, tan radicales y fundamentalistas, incluso han tildado al Sumo Pontífice de comunista y de castrochavista. Sin embargo, el expresidente ha evidenciado su tradición en el catolicismo. A pesar de sus diferencias con un papa que habla de distribución de tierra a los campesinos y reconciliación, no pudo evitar su emoción en la Avenida 26 de Bogotá, donde cientos de personas se apostaron, de lado y lado, para saludar al máximo representante de la Iglesia católica. Otra vez parecía un niño. Lucía nervioso, frágil y se podía intuir que le sudaban las manos. Un pequeño grupo del Centro Democrático lo acompañaba: “Están llegando. Presidente, hágase un paso adelante para que lo vea. Un paso adelante”.
En un mundo híperregistrado por cámaras de videos y fotografía, quedó grabado cuando pasó el papamóvil. En ese momento Uribe parecía un infante en la primera comunión, asustado por recibir una hostia. Dio el paso adelante como le indicaron y levantó la mano. Su narcisismo, su ego ilusionado con el encuentro personal, su gente diciéndole presidente cuando ya no lo es, su liderazgo tan avasallador solo en este pueblo, que es una ínfima partícula en el mundo, lo hace ver como un gamonal pretencioso que, creyéndose el centro del universo, se da cuenta de que es un mortal más. El Papa pasó y no se detuvo a saludarlo. Era lógico. No lo vio, no hizo contacto visual con él, no le respondió el saludo. Una foto de recordatorio le quedó, eso sí, a Álvaro Uribe. Desde la acera del frente alguien registró la imagen del Papa saludando, y atrás, como una cabeza más entre la multitud, Uribe intentado ser reconocido. Sus ojos revelaban la decepción. Atrás se escuchaba la voz de uno de sus acompañantes diciendo “Ay, no nos vio”. Y sí, el papa Francisco no los vio. Como seguramente no vio a mucha gente. La diferencia aquí es creer que él debía ser visto.
Su mirada de niño perdido, su rostro de desvalido, incluso daba pesar. Días después, en la Corporación Universitaria de la Costa (CUC), Álvaro Uribe hizo referencia a las burlas que había generado la situación. “¿Yo acaso iba a que me viera?”, dijo. Y sí, Uribe iba a eso. Donde sí lo vieron fue a la salida de la CUC donde una multitud le gritaba “paraco”. La lastimera imagen de un Álvaro Uribe, viejo y desdibujado, decepciona a sus seguidores más radicales. Algunos le criticaron que “mendigara” el saludo del Papa. Los señalamientos que le hacían los estudiantes, sin embargo, permiten recordar que aún no es tiempo para la lástima. Es mucho lo que sigue pendiente.
javiertortizcass@yahoo.com
Más Columnas de Opinión
¿Qué hacer con las tarifas de energía en la región Caribe?
Las altas tarifas de la energía en el Caribe son un problema social. La afirmación de que mes a mes cientos de miles de familias comen o pagan la luz no es lejana de la realidad. El recibo se puede llevar la cuarta parte de los ingresos de las f
Un faro de esperanza para la juventud
En medio del vendaval de desafíos que enfrenta la juventud contemporánea, marcada por la sombra ominosa de trastornos mentales que irrumpen cada vez más temprano en sus vidas, surge la necesidad imperiosa de tenderles una mano firme, de ofrecer
Café entre Evas
“Qué habría sido de las mujeres en el patriarcado sin el entramado de mujeres alrededor, a un lado, atrás de una, adelante, guiando el camino, aguantando juntas. ¿Qué sería de nosotras sin nuestras amigas? ¿Qué sería de las mu
Para el Descanso
La revisión de los titulares de prensa, o de cualquier otro medio de comunicación, se ha convertido en una seguidilla de sobresaltos. Quizá sea porque en estos tiempos todo se actualiza permanentemente, o porque la dependencia del clic induce l