Hoy no será un día fácil para los colombianos, cualquiera que sea el resultado una parte importante del país sufrirá la pesadumbre de creer que estamos destinados al fracaso y al desasosiego. Lo cierto, es que el futuro de Colombia no dependerá exclusivamente de quien llegue a la presidencia, sino de la fortaleza de las instituciones y de la sociedad civil, quienes tendrán como principal reto cuidar la democracia, la economía y la búsqueda de un significativo desarrollo social. El principal reto del próximo presidente de Colombia será fomentar una unidad nacional desde las bases, que logre consensos sociales a todos los niveles regionales y económicos para alcanzar los objetivos sociales que hoy apremian al país.

La idea de una unidad nacional no debe plantearse desde los partidos políticos que han demostrado sus grandes falencias para representar el interés general, sino desde las preocupaciones de la ciudadanía y las divisiones que como nación han bloqueado la ruta para llegar a un desarrollo sostenible y equitativo. Dicha ruta debe partir de la implementación de una política de desarrollo productivo que reconozca las carencias de las poblaciones pobres y abandonadas por el Estado, pero sin desconocer en ningún momento del camino los derechos civiles y políticos a la libertad de empresa y la propiedad privada.

No se puede construir un país desde el sentimiento del fracaso y la frustración, sino desde el empuje y esmero hacia el crecimiento económico y social que merecemos. Ello solo será posible si nos alejamos de aquellas ideologías que han minado las economías y las democracias de muchos países latinoamericanos, y nos acercamos a un progreso basado en la igualdad de oportunidades para acceder a la educación y al empleo visto, desde la perspectiva de justicia social que plantea Amartya Sen.

Las reivindicaciones sociales no solo son necesarias sino merecidas, pero está claro que el camino para llegar al goce efectivo de los derechos fundamentales no puede centrarse en la lucha de clases, discurso que se ha utilizado para jugar con las emociones de los ciudadanos pero solo se traduce en odio y división, cuando el desarrollo se alcanza a través del trabajo conjunto de todos los sectores sociales. Al país le falta abrir un diálogo real, que no sea una conversación entre quienes opinan y piensan lo mismo, sino entre quienes quieren lo mejor para el país y tienen amplias divergencias en la forma para llegar a ello. Esa integración desde una visión de empatía hacia las preocupaciones de un ciudadano que cuyo pensamiento no va en la línea ideológica o política, es la única forma que tendremos para que en los próximos cuatro años podamos seguir creciendo desde la esperanza y no desde la animosidad.

Tenemos tanto por construir que solo lo podremos hacer albergando la esperanza de que la unidad nos lleve hacia un objetivo común que es el progreso y que el control social haga que el próximo presidente cumpla con esa misión desde lo que establece la Constitución de 1991.

@tatidangond