Después de cuestionarme sobre el poco tiempo que le queda a la humanidad para pensar, alguien me ha elevado una pregunta sobre el tiempo para leer, ese tiempo que también resulta limitado y que cada vez se reduce más por las distracciones del entorno. El viernes pasado escribí una columna sobre cómo, a pesar de que la tecnología ha cambiado nuestras rutinas y ha disminuido el cansancio en cuestiones del día a día, todavía le falta a la humanidad más tiempo para pensar, para el ocio y para leer. A partir de esta columna, una gentil lectora me preguntó si tengo tiempo para leer y, con la variedad de literatura disponible en el mercado, a qué dedicarle el tiempo de lectura. Este dilema que a muchos nos agobia sobre cuándo, qué leer y cómo mantenerse concentrado mientras el celular no para de vibrar ni siquiera los domingos, es un tema de suma relevancia que las personas están dejando pasar sin preocuparse.
Tengo una lista de libros que quiero leer de toda índole: obras de derecho, literatura universal, novelas de escritores independientes, biografías de Stefan Sweig, en fin, un poco de todo. Me quejé en voz alta de que no tenía tiempo de leer la cantidad de libros que se van apilando en mi mesa de noche y que siento que crece cada vez que me voy a dormir. Parece que mi celular escuchó mis quejas y automáticamente empezó a salirme en las redes sociales una publicidad de una aplicación que, aparentemente, te permite leer obras universales sobre un sinnúmero de temas en resúmenes que condensan lo que la aplicación, o tal vez un algoritmo, considera que es lo más importante que el lector debe saber. La publicidad decía que los empresarios exitosos leían un promedio elevado de libros al mes o al año y que, si alguien no tenía tiempo de hacerlo, pues la solución era la suscripción a la aplicación.
Todo esto derivó en que mi dilema sobre qué leer y cuándo hacerlo se transformó en una inmensa preocupación sobre la información que consumimos, sobre el propósito de la lectura, sobre el desarrollo de nuestra capacidad crítica para tomar de un libro lo que puede ser útil, o viajar a otras épocas, países o culturas a través de las letras de otros. A quien me preguntó sobre qué debe leer en el tiempo que tiene, le diré que lea lo que le guste, lo que la haga feliz o lo que le sirva. Cada quien hace su ponderación personal, pero que lo que lea sea lo que escribió el autor, que lo lea completo, porque no sirve conocer el final si no sabemos dónde comienza.
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