Salud reproductiva
Muchos pendientes en salud pública y en el entorno reproductivo lagunas y vacíos. ¡Como si la pandemia los hubiese soplados! La educación sexual de nuestros adolescentes es un paso. Pero, cuando se da el paso en falso, la consejería y el acompañamiento hacen parte del deber integral de la atención que requieren nuestras niñas para lograr la transición saludable que las convierte en mujer.
Las cifras actuales de nuestro país son preocupantes: 400 niñas dan a luz cada mes en Colombia y su vaso comunicante causante, la violencia sexual: cien mil casos registrados entre 2015 y 2020 (Alianza por la Niñez). Los responsables de estos embarazos no sus pares adolescentes, son adultos mayores y lo alarmante es señalar que los familiares ocupan el primer lugar entre los agresores. Detengámonos en él bebe que nace sin hogar: una madre que no tiene fortaleza emocional y unas condiciones ausentes para ofrecer calidad de vida al futuro colombianito. La brecha irreparable, profunda, que abre este cruel delito.
Las soluciones que pasan por la mente de las adolescentes embarazadas agravan más aun su futuro. Un matrimonio juvenil “de reparo” es fracaso anunciado y, no arregla nada. Un aborto provocado pone en peligro el futuro de su salud reproductiva y tiene repercusiones en su equilibrio: físico, psicológico y especialmente moral.
Hay un hecho preocupante y guarda relación con las cifras de la mortalidad materna. A raíz de la pandemia, muertes tempranas de mortalidad materna se aumentaron, 405 casos. Sus causas: enfermedad hipertensiva, hemorragias y abortos inseguros (Observatorio Salud Publica de los Andes). Focalizando las cifras reportadas la mayoría pertenecían a la población indígena, áreas rurales y afiliadas al régimen subsidiado. La Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVES) hace parte del POS y debe seguir los lineamientos y jurisprudencia de la Corte. Los abortos inseguros se estima que en Colombia alcanzan 400.000/año y de estos el 45% tienen complicaciones.
Detrás de toda esta situación hay un problema estructural de país: la familia. Un paso importante es adelantar la educación sexual integral en nuestras niñas. No hay duda: deben conocer que tienen derechos. La salud sexual reproductiva, uno de ellos. Hace parte de su derecho de género y el aplazamiento de su maternidad es una recomendación universal mientras van avanzados en su proceso de formación y madurez.
Hemos reiterado que la visión de futuro de la patria se basa en los anillos de integridad que deben tener los ciudadanos. El primero, la familia. Qué hacer cuando son los parientes los agresores número uno que cometen estos atropellos. Hay cuidar a nuestros hijos incluso dentro del círculo estrecho de la consanguinidad. Enseñarles cómo evitar esta agresión y especialmente denunciar sin temor cuando sucede. Es curioso, en muchos hogares se calla para no lesionar la “imagen” del culpable que se disfraza como un espléndido familiar o sofisticado caballero.
Cuando se tiene el valor de denunciar, el estado y la justicia deben pronunciarse rápidamente. Este tipo de proceso no admiten dilaciones, las prórrogas dejan expuestos nuestros niños y mientras el juicio, la celosa la protección del menor es obligatoria. No impunidad y condenas ejemplarizantes. Mientras, trabajar el cerebro y su ADN para que los principios rectores del comportamiento tengan la moral como insignia familiar.
Muchos pendientes en salud pública y en el entorno reproductivo lagunas y vacíos. ¡Como si la pandemia los hubiese soplados! La educación sexual de nuestros adolescentes es un paso. Pero, cuando se da el paso en falso, la consejería y el acompañamiento hacen parte del deber integral de la atención que requieren nuestras niñas para lograr la transición saludable que las convierte en mujer.
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