Quienes se han alzado en armas contra el establecimiento y en algún momento llegan al poder creen que están por encima de la ley y que es preciso cambiar todo.
El gobierno se vuelve casi dictatorial y los miembros del gabinete generalmente son compañeros de armas, con poco conocimiento del manejo de su cargo y con un gran resentimiento social.
Manejan lenguajes alarmantes, acusadores y populistas que lo único que consigue es alejar a los inversionistas con crisis económicas sin precedentes.
La ley de sometimiento a la justicia premiará a los delincuentes que además de recobrar la libertad recibirán una remuneración. Clara indicación que el delito si paga.
La reforma pensional dejará a la clase política el manejo de billones de pesos. Igual sucederá con la reforma a la salud. Los políticos están felices y el pobre pueblo recuerda la debacle del Seguro Social.
Las fuerzas armadas están desmoralizadas y los grupos narcoterroristas se están apoderando de grandes regiones del país, por la aparente afinidad del gobierno con los alzados en armas.
El presidente anuncia que se está acabando la democracia en América y señala a los gobiernos de Perú y El Salvador; pero olvida a los de Cuba, Nicaragua y Venezuela que se volvieron eternos. Con el agravante que se convirtió en el mejor amigo del dictador venezolano, inmerso en un escandaloso caso de corrupción.
Le declaran la guerra a la clase que produce el trabajo y la inversión, ocasionando catástrofes económicas con desempleo y situaciones que rayan en la miseria consiguiendo su propósito:”que los pobres no prosperen porque se vuelven oligarcas enemigos del régimen”.
El país está en un caos total porque hay una anarquía total que se refleja en la muerte y secuestro de servidores públicos y en alzamientos por doquier, algunos acolitados por narcoterroristas.
El caso del delincuente que desde la cárcel amenaza a autoridades y comerciantes, mientras degusta un sabroso sancocho, fumando un sospechoso cigarrillo y luciendo lujosas prendas muestra el desbarajuste social que vive el país.
Colombia no necesita un estado limosnero, por el contrario debe imitar a los tigres asiáticos o a Singapur que con esfuerzo y trabajo compiten con los mejores países del primer mundo y cuyos ciudadanos tienen uno de los mejores niveles de vida del planeta.
Arturo Baena