Oí ayer en la radio a un experto funcionario informando sobre cuánto dinero se habían gastado cada una de las campañas políticas para la Presidencia en publicidad. Son miles de millones de pesos con los que se podrían construir escuelas, puestos de salud, puentes y carreteras, entre otras tantas necesidades nacionales. La vieja y repetida historia. Pero esa es la plata de las campañas, no del Estado. No hay pecado. La han aportado grandes empresas, cuyos fondos de auxilio van a todos los partidos; los amigos particulares y los amigos de última hora de los candidatos. La mayoría contratistas, y son ellos quienes después logran beneficiarse con esa ‘inversión’, la cual –se presume– hacen de corazón.
La propaganda en vallas, afiches, jingles, spots de TV y todas las piezas que se producen son de persuasión. Entre quienes más ganan con esos dineros en el sano ejercicio creativo de sus profesiones son los publicistas, consultores, expertos en manejo de imagen y todo el gremio que funge de asesores de la campaña. No necesariamente se empeñan en el triunfo para hacer mejores gobiernos. Lo hacen para que el candidato gane. Y ese es un trabajo en el que los denominados asesores ponen todo su empeño y profesionalismo.
En realidad, los candidatos se tornan en un producto político. Hay unos muy buenos y otros no tanto. De eso se trata la democracia, del libre juego de pareceres y de ofertas. Podríamos quejarnos por toda esa barahúnda de mensajes con promesas y frases, pero la gracia de este juego es la amplia oferta que tenemos los colombianos en este momento: De la Calle, Duque, Fajardo, Petro y Vargas.
Al contrario de lo antes dicho, si toda esa publicidad lograra cambiar un céntimo nuestra cultura política, y sobre todo la de nuestros mandatarios, bien valdría la pena la multimillonaria inversión. Pero aquí el estatu quo perdura. No se vislumbra un verdadero revolcón. El único que lo plantea es Petro, y la forma como lo hace asusta a muchos sectores.
En realidad, con todo y sus defectos, somos una democracia participativa, porque tenemos elecciones, pero lo adecuado es lograr consolidarnos como una democracia deliberativa, con propuestas disímiles y con debates permanentes para que el fin sea mayor. Con educación política para obtener un país con mejores ciudadanos. Hay un “pero” a todo esto. Si esa publicidad diera un producto efectivo sería de gran valía en la participación y deliberación, solo que no hay proporción entre lo invertido y lo obtenido, porque la gente no vota.
Coletilla de homenaje: esta noche, con boleros y tertulia, amigos de Óscar Fernández González le rendirán un homenaje en el Colegio Biffi La Salle al cumplirse cuatro meses de su partida. Se le recuerda por su liderazgo y capacidad de servicio en diferentes frentes, desde el Concejo de Barranquilla con el movimiento Uno Para Todos, hasta el Club Rotario, la Cámara Junior, el Carnaval y la Fundación Asobiffi.
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