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Otros modos de espiritualidad

El cultivo del espíritu conoce caminos distintos del religioso.

Lo que leí y oí con ocasión de la visita del papa Francisco a Colombia me permitió constatar una vez más un fenómeno del cual tomé una súbita y clara conciencia durante un episodio de la vida cotidiana que me ocurrió hace ya largos años. Tal fenómeno consiste en el hecho de que el concepto de “espiritualidad” es objeto de una exclusiva y cercenadora apropiación por parte de quienes ejercen alguna fe o práctica religiosa.

Cierta vez (hace bastante tiempo, repito), mientras acompañaba a un grupo de amigos que se dirigían a una reunión o ceremonia especial presidida por un gurú que estaba de visita en Barranquilla, uno de ellos dijo algo así como: “Me sienta bien asistir a esto porque me estaba faltando un poco de espiritualidad”. Recuerdo que, en cuanto lo oí, caí en la cuenta de pronto –ignoro por qué no lo había hecho antes– de que sus palabras carecían de justeza y de justicia, máxime considerando que él era un fotógrafo artístico. 

Porque, en efecto, y para empezar, siempre había tenido la noción indudable (aunque hasta entonces no me la hubiera planteado de modo explícito) de que el ejercicio del arte, ya sea por parte de quien lo crea o por parte de quien lo recibe y contempla, es un ejercicio absolutamente espiritual. Todo acto artístico implica la emoción de la belleza y el sentimiento del misterio, emoción y sentimiento que potencialmente pueden alcanzar altos grados de intensidad, con lo cual el acto artístico deviene una experiencia equiparable a la religiosa. Si el individuo creyente tiene la fe religiosa, el dedicado al arte tiene la fe poética.

Pero, además, y ya fuera del campo del arte, un laico, un agnóstico o incluso un ateo pueden vivir también experiencias espirituales en directo contacto con la naturaleza, entrando en comunión con cualquiera de sus manifestaciones, gozando de su belleza y de su misterio, reflexionando a partir de ambos, asombrándose ante uno o varios de sus infinitos detalles. Por otra parte, ¿no es enamorarse otra experiencia espiritual? No por nada Borges define el amor como la única religión cuyo dios es falible (y ser falible quizá lo hace más fascinante).

La única espiritualidad posible, pues, no es la religiosa; existen también la estética y la científica (la espiritualidad del conocimiento), que no requieren del teísmo ni incluso de ningún sentido místico. De ahí que con justicia se les llama espíritus exquisitos a los pensadores, científicos y artistas de primer orden. 

Yo, que me dedico a la literatura y a “otros tranquilos goces del pensamiento”, sé que ello me hace un ser espiritual y que me permite crecer en espiritualidad. Inspirándose, creo, en la famosa frase según la cual “la lectura del periódico es la oración matutina del hombre moderno”, Héctor Abad Faciolince sostiene que la lectura o la recitación de un poema es la plegaria laica, y en eso concuerdo con él y a eso me atengo.

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