1.- Las personas votan en el mundo y en Colombia motivadas conforme a las siguientes teorías:
A.- Teoría de Elección Racional de Anthony Downs, autor del libro publicado en 1957: “Teoría Económica de la Democracia”, parte del supuesto de un votante individualista y maximizador, que calcula y procesa la información disponible y, a partir de ello, premia o castiga al partido en el poder.
En esta teoría “los votantes basan sus decisiones en la eficacia económica, ya sea pasada y futura. De acuerdo con una tradición de la investigación electoral, la única información que se incorpora a las decisiones de los votantes concierne a su experiencia pasada. Los votantes evalúan los resultados económicos bajo el gobierno presente, ignoran las promesas sobre el futuro y llevan a la práctica un mecanismo de recompensa-castigo”
El votante racional es un evaluador de acontecimientos, resultados y acciones del pasado. Juzga restrospectivamente; anticipa el futuro sólo en la medida en que así expresa su aprobación o desaprobación de lo ha ocurrido antes. Los votantes pueden rechazar lo que han conocido; o aprobar lo que han conocido. Pero no es probable que se sientan atraídos por las promesas sobre lo nuevo o lo desconocido”.
B.- Teoría sicosocial del votante construida en la Universidad de Michigan (Goodin y Klingemann, 1996), tiene su fundamento en el estudio de la elección presidencial de 1952 en Estados Unidos, evaluando las actitudes políticas de los votantes, plasmándose su resultado en el libro “El Votante Americano”.
Propone que se pueden identificar tres tipos de actitudes que explican la motivación para la decisión ciudadana de su voto, en: i.- Identificación partidaria. ii.- La actitud frente a los temas del debate electoral, Y, iii.- La simpatía por el candidato. También pondera el poder de una buena campaña electoral a través de los medios de comunicación.
C.- Teoría sociológica o modelo de la Universidad de Columbia originalmente resulta de estudios académicos de los comportamientos electorales (Goodin y Klingemann, 1996), identificando los factores que ejercían mayor influencia en la decisión del votante.
Concluye que las características sociales de los individuos son las principales variables explicativas de su comportamiento electoral, es decir, de acuerdo a su afiliación religiosa, clase social, residencia rural o urbana, los electores eran considerados predispuestos a votar sea por Demócratas o Republicanos. También los atributos sociales ejercen una gran influencia sobre los individuos, no porque ellos nos impongan las preferencias y determinen los intereses, sino más bien porque ubican a los individuos en la estructura social y esto hace que se afecte su exposición a información política y por ende se comienza un proceso de construcción de preferencias, así una persona pensará políticamente de acuerdo a como sea socialmente (Goodin y Klingemann, 1996).
Dentro del enfoque sociológico, se pueden distinguir 3 vertientes que ponen distintos énfasis para explicar el comportamiento electoral: los contextos sociales, el modelo de influencia espacial y últimamente se ubica en este modelo la teoría de las redes sociales. Y,
D.- Teoría Clientelista que para Hernández Corrochano (2002) en la actualidad se amplían las categorías del clientelismo tradicional y del clientelismo moderno para el clientelismo postmoderno.
Según Hernández Corrochano, el clientelismo postmoderno reúne elementos del clientelismo tradicional y del moderno. Un elemento tradicional es que el patrón actúa como empresario y que el cliente legitima la relación. Algunos elementos modernos son la interacción esporádica e impersonal entre los actores y el intercambio de favores por votos. Lo nuevo es que el cliente tiene una racionalidad condicionada y que dispone de cierta información, así que es capaz de medir y comparar las ventajas del intercambio (Hernández Corrochano, 2002: 148). Se hace evidente la tensión del concepto de clientelismo que reside en que existe por un lado la autonomía individual y la participación, y por el otro lado la igualdad democrática y la desigualdad económica del mercado. El cliente cede su autonomía como ciudadano y el patrón debilita su control jerárquico (dominated power/dominating authority) (lemieux, 1987: 5, citado según Roniger, 2004: 2). El cliente no es explotado por el patrón sino que huye voluntariamente de su responsabilidad y de la participación en la política formal. Por eso Hernández Corrochano se pregunta: "Soy cliente porque soy libre? ¿Soy libre en tanto soy cliente?".
Esta perspectiva apoya la hipótesis según la cual las relaciones clientelares pueden fortalecer la participación de la ciudadanía y la rendición de cuentas de los políticos (accountability), y por lo tanto fortalecen la democracia. Neubert (1999) demuestra esto con el ejemplo de los estados africanos de Kenia y Zambia. "Un político local (big man) representa intereses locales en el nivel nacional y busca movilizar recursos nacionales para su municipio de origen" (Neubert, 1999: 268). Los recursos nacionales se distribuyen por criterios regional–étnicos. Dado que son usados por fines personales, están reforzando la posición económica del patrón. Neubert subraya que las relaciones patrón–cliente en asociación con sistemas de partidos multipartidistas tienen un efecto positivo para la democracia porque se evalúan los patrones mediante las elecciones en cuanto son capaces de adquirir y distribuir poder y recursos para la región. Se interconectan tipos formales e informales de participación, lo cual tiene aspectos positivos. "las relaciones patrón–cliente ofrecen un 'sentimiento de nosotros' (nos permiten identificarnos como grupo) y posibilidades de delimitarse contra otros. La base del 'sentimiento de nosotros' es el origen regional y étnico común" (Neubert, 1999: 271).
Existen conceptos que pretenden explicar algo similar, a saber, el llamado "virtuous clientelism" (clientelismo virtuoso; Piattoni 1998, en Caciagli, 2006) o el "enlighted clientelism" (clientelismo ilustrado; Caciagli, 2006). El balance de poder, o sea, en la asimetría y la desigualdad de la relación patrón–cliente se desplazaron en favor del cliente.
2.- De otro lado, la abstención electoral tiene desde el punto de vista teórico y práctico las siguientes causas: la apatía o indiferencia, la desideologización o desinterés por la política, el escepticismo hacia la clase política, inexistencia de partidos políticos reemplazados por empresas electorales, falta de transparencia de los procesos, falta de renovación de la clase política enquistada familiarmente en el poder, falta de credibilidad en la clase política por incumplimiento de promesas de campaña, carácter cerrado de listas electorales, y, el ejercicio de una política tradicional, explican de alguna manera la abstención como un castigo del elector a una clase política que desprecia.
Del análisis de estas cuatro teorías en antecedente las cuales universalmente explican las motivaciones que tienen los electores para decidir su voto, sumado a las razones de los ciudadanos para abstenerse nos permite señalar que el voto es el resultado complejo de la conjugación de múltiples factores y dinámicas sociales que permean las decisiones personales del elector con los procesos de carácter social que involucran sus vivencias cotidianas, que no tiene relación con la modalidad del voto que emplee el Sistema Electoral del Estado, sea sufragio en papel, electrónico o virtual.
Por el contrario, la falta de cultura política conlleva que con la implementación del voto electrónico o virtual a que se corra el riesgo que aumente la abstención, pues aquel no es la solución a la participación electoral, la seguridad tecnológica, la confirmación del voto, la identidad del votante, el secreto y libertad del sufragio, no están garantizados, como tampoco la suficiente cobertura de la infraestructura digital y tecnológica, que permita el ejercicio de un voto igualitario y transparente.