En Colombia se le conoce con el nombre de “placa huella” a un sistema constructivo de vías de penetración a los campos rurales, con unas características muy especiales, ideales para facilitar el acceso y salida a zonas de producción agropecuaria, como un complemento a redes viales secundarias departamentales o principales del orden nacional.
Son consideradas redes terciarias, pero no significa esto que sean de tercera categoría en cuanto a la importancia para el campo colombiano, porque para cultivadores y ganaderos poder acceder a sus fincas o parcelas en invierno por una vía construida con “placa huella”, y lograr sacar sus cultivos, leche o animales, sin temor a atolladas y varadas por trochas en mal estado, hace una diferencia enorme, así como la tremenda valorización que le genera a sus propiedades.
El diseño de una vía en “placa huella” que cumpla con los estándares establecidos en el Ministerio de Transporte consiste en una calzada de un ancho total que fluctúa entre 5.0 m. o algo más, que permite el rodamiento por dos cintas de concreto paralelas de 90 cm. de ancho cada una, y un espacio central empedrado de 90 cm. de ancho, como también empedrados sus dos extremos laterales, rematados con una protección en concreto. Se trata de un elemento muy vistoso, no invasivo visualmente, sino acorde con el campo que lo circunda, de tal manera que se involucra en el paisaje campestre, por lo que podría calificarse de camino, no de carretera.
Ya explicada la “placa huella”, imaginemos con cuántas trochas cuenta nuestro departamento del Atlántico, esos caminos destapados que son el dolor de cabeza de muchos finqueros y campesinos que llegan por excelentes carreteras del departamento o Nación hasta a uno, dos o tres kilómetros de su finca, y ahí comienza el viacrucis con el barro en invierno, o más empolvados que la “Cucarachita Martínez” en verano.
Tremenda diferencia sería para ellos pasar de la carretera asfaltada a un bello y seguro camino en “placa-huella” para llegar a su finca. Esos caminos actualmente destapados, originados muchas veces por servidumbres obligadas para permitir el paso a predios vecinos, son regularmente de corta distancia, y el valor de construcción y de mantenimiento en “placa huella” es más económico que el de una carretera asfaltada.
La Nación ofrece cofinanciación para estas vías terciarias, y en asocio con el departamento y los municipios beneficiados se podrían financiar decenas de estos caminos con “placa huella” en el Atlántico.
Además, muy seguramente algunos propietarios de fincas productivas podrían aportar en su construcción, por lo que una buena socialización sería clave para garantizar un programa exitoso.
Conociendo el gran interés de nuestra gobernadora Elsa Noguera por la reactivación del campo de nuestro departamento, no dudo que ella, el secretario de desarrollo, Miguel Vergara, y la secretaria de infraestructura, Nury Logreira, sabrán la gran importancia que las “placa huellas” tendrían en su desarrollo agropecuario. Además, porque el Atlántico es de los que menos kilómetros cuenta con este sistema de caminos.
En cambio, hoy tenemos una muy completa red vial, superando al resto de departamentos del país en la relación kilómetro lineal de carreteras por kilómetro cuadrado de territorio. Por todo lo anterior es que considero que a nuestro campo atlanticense le ha llegado el momento de las vías de penetración a fincas y parcelas construidas en “placa huella”.
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