Una muy bien diseñada campaña de marketing que persiga el positivo posicionamiento de un producto o servicio, logrando los resultados esperados en materia de apoyo general, resulta ser necesariamente muy costosa y regularmente requiere el apoyo de medios masivos como la prensa, la radio y la televisión. Pero como siempre, hay una excepción que confirma la regla. Desconozco quien haya sido el autor ni el costo del diseño original de campaña tan exitosa, pero sí que la red humana que la trasmite ha resultado muy económica y eficiente. Se trata de la campaña ¡Dedo arriba! del Ejercito Nacional de Colombia con sus miles de soldados a lo largo de las diferentes carreteras del país, quienes con el solo gesto de levantar su dedo pulgar y mostrarlo a conductores y pasajeros en señal de positivismo y apoyo, logra de manera inmediata una conexión entre los mencionados viajantes y nuestro Ejército representado en ese uniformado que nos está saludando de esa manera.

Hoy por el necesario confinamiento nuestro, no hay casi tráfico, y por lo mismo no hay trancones en nuestras calles, pero sería muy interesante aprender de esa campaña de nuestro ejército, y diseñar una similar, para que al salir de esta pandemia nos ayude a algunos o a muchos barranquilleros para cambiar nuestra forma de conducir, hasta hoy con el equivocado criterio de “primero yo, segundo yo y tercero yo”, que es el que impedía una movilidad fluida y amable, y en cambio nos alteraba negativamente el genio cuando nos desplazábamos por nuestra malla vial. Campaña que bien podría diseñar la Secretaría de Movilidad del Distrito, aunque para masificarla sí se requeriría inicialmente de todos nuestros medios de comunicación, ojalá desde ahora que todos estamos pegados al TV y al celular. Mediante esta campaña se invitaría a conductores y a peatones a pensar en función de comunidad y en razón de ello transformar esa agresiva conducta, comenzando por no obstruir los cruces sin ningún beneficio, con cuya egoísta conducta lo único que logran es generar un caos que perjudica a otros. En este sentido hay que aceptar que se ha mejorado, y ya se apreciaba cómo muchos conductores de buses, taxis y vehículos particulares, cuando la cola no permitía avanzar, dejaban un espacio para permitir el flujo y no atrancar inútil y egoístamente el tráfico en los cruces congestionados. Otros seguían obstinados en no hacerlo.

La campaña consistiría en motivar a los conductores a hacer un gesto amable, de agradecimiento a todos aquellos que cumpliendo con los ejemplos anteriores, nos cedan el paso o nos permitan un eventual y necesario cambio de carril, y lógicamente, también con los peatones. Ya sea a través de los vidrios del vehículo, abriendo la ventana y sacando la mano con el pulgar arriba, o con un cambio de luces, mostrando que estamos agradecidos con quien nos colabora, o simplemente con quien está haciendo las cosas como en cualquier ciudad civilizada donde no se dan las gracias pero se cumplen las normas. La gran diferencia entonces, radicaría en que al acostumbrarnos a mostrar agradecimiento se generaría, como en el caso de los soldados del Ejército, un sentimiento de solidaridad recíproca que nos acercaría más con nuestro prójimo. Resultado: una ciudad más organizada, pero también mucho más amable.

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