Esta semana, conversando con mi cuñada venezolana, sentí tristeza al pensar cómo la ilusión y valentía que los venezolanos mostraron el 28 de julio, se ha transformado en resignación de que nada cambiará y de que solo queda convivir con la cruda realidad. El régimen, que durante tantos años se disfrazó de democracia, el jueves se quitó la máscara, y con la decisión del TSJ, se autoproclamó dictador.
Vienen tiempos difíciles, porque la historia ha demostrado que la única forma de derrocar una dictadura es con la fuerza de la gente. Por eso hoy más que nunca nuestros vecinos nos necesitan, para combatir esa desesperanza, mantener viva la lucha del pueblo y no perder la llama de esos espíritus rebeldes y valientes como María Corina Machado y Edmundo González, que expusieron al régimen ante el mundo. Debemos asegurarnos de que no desfallezcan y sientan que su lucha también es nuestra.
Necesitamos que la comunidad internacional, empezando por Colombia, adopte posturas firmes, en las cuales se deje claro que el pueblo venezolano decidió de manera contundente; porque es incomprensible que el TSJ diga que ganó Maduro sin mostrar un acta, como si el voto no importara. Ya pasó el tiempo de mediaciones y mensajes tibios; lo que está en juego es mucho más grande que la política de un país. Con este precedente, cualquier líder autocrático comprando a unos cuantos generales, podría tomarse la democracia para sí mismo. Es hora de defender la democracia, por encima de las banderas ideológicas.
Debemos buscar formas de llegarle a cada uno de esos 135.000 militares venezolanos, a través de las redes sociales, de sus familiares y amigos, para que escuchen lo que ellos mismos ya saben. Que entiendan que su deber hoy es defender la democracia, la voluntad del pueblo y la Constitución, y que los venezolanos sientan que sus fuerzas militares los defienden a ellos por encima de todo. Tenemos formas de ayudar, pero principalmente con nuestra voz, compartiendo como hermanos la carga de esta lucha desigual.
Necesitamos que los hackers sigan sacando información que genere ruido, limiten la opresión y dinamicen al pueblo; que los influenciadores movilicen masas, como las que vimos en 350 ciudades alrededor del mundo. Lo más importante es que la gente siga en las calles, que es a lo único a lo que le tiene miedo el régimen.
Algunos dirán que es fácil exigir desde la distancia, y es verdad, mientras son los venezolanos quienes están en las calles luchando día a día. Pero para todos aquellos que defendemos la democracia, siempre será mejor pelear por un mejor futuro que resignarse a un mal presente. Por los venezolanos que están ahí, por los que quieren regresar a su país, apoyemos así sea con una palabra de aliento y no dejemos que se pierda ese espíritu valiente, que se ha convertido en la primera línea de defensa de la democracia de occidente.