El COVID-19 ha removido tanto los cimientos de nuestra nación, y los de casi todas las naciones del mundo, que ha puesto en evidencia el desamparo en el que viven muchas personas. En nuestro país, por ejemplo, ha quedado clara la precariedad tan grande en la que se encuentra nuestro sistema de salud, que no tiene si quiera lo suficiente para poderle dar a todo nuestro personal médico, las herramientas necesarias para su protección, y que muestra que, inclusive, en algunos departamentos, no existe lo básico para poder atender a pacientes en esta pandemia.

Tal es el caso del Amazonas, que se ha convertido, junto con otros departamentos como el Chocó, en uno de los más vulnerables. Es impresionante que para una población de casi ochenta mil habitantes, en el Amazonas haya en este instante, solo cuatro respiradores para adultos, un respirador pediátrico y tan solo nueve camas para atender pacientes, de las cuales apenas tres están disponibles. Esta población que viene siendo 75% indígena, se encuentra en un estado de absoluto desamparo, que es imprescindible que el gobierno nacional intervenga y ayude de carácter urgente a resolver esta situación.

Lo más triste del asunto, es que la peor parte se la llevan nuestras comunidades indígenas, como los Ticuna y los Yagua, que se encuentran habitando la triple frontera amazónica entre Colombia, Brasil y Perú y que, por ende, según los datos de la ‘Rain Forest Foundation’, están expuestas a un riesgo muy alto de transmisión y de mortalidad.

El Amazonas necesita profesionales de salud, tanto médicos como enfermeras y auxiliares, al menos 130 camas, de las cuales 30 de ellas que puedan estar disponibles para la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), un barco hospital, equipos de bioseguridad y un control mucho más estricto en la frontera, porque ni siquiera eso se está haciendo.

Nuestros indígenas están absolutamente expuestos y sin las herramientas suficientes para que puedan sobrevivir. Como quien dice, literalmente los estamos dejando a la merced de su suerte, a que ‘se las arreglen’ como puedan y a que suceda un milagro para que no se contagien. Por eso hoy, esta columna que espero que puedan compartir, es un llamado al gobierno nacional para que no permita que nuestros indígenas se mueran y resuelva inmediatamente su situación de vulnerabilidad.

Porque nuestros hermanos indígenas nos necesitan, porque son tan colombianos como cualquiera, porque son quienes cuidan de nuestra naturaleza, porque son quienes tienen conocimientos milenarios, porque son quienes hacen que nuestro país sea uno que goce de tener tanta diversidad étnica, lingüística y cultural, y porque simplemente es el deber de cada gobernante el de cuidar de todos sus ciudadanos, hoy más que nunca, debemos hacer visible su situación y debemos ser la voz de quienes, tristemente, carecen de tener una.

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