Antonio Escohotado asegura, en un brevísimo video que no se ha divulgado lo suficiente, que un país es rico cuando tiene educación. Cuando precisa a que se refiere acuña unas líneas muy sencillas, pero que expresan de una manera muy clara su sentir: «Educación significa que, aunque puedas robar, no robas; educación significa que si vas caminando por la calle y la acera es estrecha, tú te bajas y dices “disculpe”». Mucha razón tiene el filósofo español, que entiende que un país educado no se mide únicamente por el número de profesionales que tenga, sino por la calidad de las relaciones entre las personas, la honestidad y la decencia en el trato, algo muy difícil de cuantificar y lograr.
En las últimas semanas, por circunstancias que se explican solas, me ha tocado ocasionalmente salir a la calle con un coche de bebé. Esa novedad, que limita mi facilidad para moverme en cualquier entorno, ha hecho más evidente la exasperante falta de educación de mis compatriotas. No me referiré a los inverosímiles obstáculos que el medio físico le impone a quien ve reducida su movilidad –eso daría para un libro entero–, lo que se escapa a mi comprensión es que incluso cuando se han tenido en cuenta dispositivos para ayudar a quien lo necesita, la chabacanería de algunos usuarios sigue propiciando barreras que son quizá más complicadas de superar.
Observen, por ejemplo, lo que pasa con el uso de los ascensores en los centros comerciales. Se supone que esos aparatos se instalan para facilitarle la vida a los ancianos, mujeres embarazadas, personas en condición de discapacidad y, también, a quienes deben usar coches de bebé. Todas las demás personas deberían desplazarse haciendo uso de las escaleras o rampas eléctricas. Pero no. Las veces que he intentado hacer uso de un ascensor en un lugar público lo he encontrado lleno de gente en perfecto estado de salud, que podrían sin mayor esfuerzo caminar y usar otros medios para moverse. Lo más aberrante es que cuando las puertas se abren y me ven ahí, con el coche, intentando entrar, nadie se baja ni parece inmutarse, me miran como a un bicho raro y dejan que las puertas se cierren de nuevo, como si nada. Creo que ni siquiera se dan cuenta de lo grosero que es su comportamiento, así de insensibles serán.
Nos queda, entones, un largo camino por recorrer. La educación a la que se refiere Escohotado no es responsabilidad exclusiva de los colegios y las universidades, que igual ayudan, sino que depende mucho de lo que se enseña en cada casa. Probablemente muchos de los males de nuestro país podrían evitarse si todos fuésemos más empáticos y más respetuosos con los demás, más educados. Dura tarea para la que todos tenemos que aportar, porque si seguimos aceptando y promoviendo este entorno tan agresivo, deshonesto y tan poco considerado, nuestros esfuerzos por mejorar siempre se quedarán cortos y serán ineficientes.
moreno.slagter@yahoo.com
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