Sueños y pasiones: Un joven músico ve por primera vez a una mujer que reúne todos los atributos que él ha soñado, cae desesperadamente enamorado de ella y se le convierte en una idea persistente (idée fixé o leitmotiv) que viene una y otra vez a su mente pero que nunca se concreta; cae en una especie de sueño melancólico, atravesado por accesos de alegría sin sentido, por una pasión delirante, con estallidos de furia y celos, y el retorno a la ternura, a las lágrimas; se va convirtiendo en un celotípico cuyo único consuelo para tal tormento es la religión.
Un baile: El artista atraviesa ahora diversas circunstancias en su vida, ya en el tumulto de una fiesta, ya en la contemplación de la naturaleza en la campiña a su alrededor pero, por encima de todo, por encima del bullicio del vals, se destaca la idea fija de la amada que va y viene de manera obsesiva.
Escena campestre: El joven músico deambula por el campo y escucha a dos pastores dialogando con sus flautas, hablan de muchas cosas, de la vida del artista, de algunas esperanzas que empieza a concebir con ella, reflexiona sobre su soledad y los deseos de dejar de estarlo pronto, por momentos su corazón experimenta una sensación desacostumbrada de calma. Pero … ¿y si ella lo engañara? Ahora su corazón es ambivalente entre la esperanza y el miedo, oscuros presentimientos lo invaden. Suena una sola flauta, la otra no contesta, a lo lejos se escucha una tormenta, algo malo va a pasar.
Marcha al cadalso: Convencido de no ser comprendido ni correspondido en su amor decide envenenarse con opio, pero la dosis no es suficiente para matarlo y lo sumerge en un “mal viaje” plagado de visiones terribles en las que siente que ha matado a su amada, que ha sido condenado y que asiste a su propia ejecución.
Sueño de una noche de aquelarre: El artista se ve a sí mismo en medio de un grupo tenebroso de brujos, sombras burlonas, verdugos, monstruos de toda especie que se reúnen para sus funerales; hay ruidos grotescos, voces que gimen, carcajadas salvajes, gritos lejanos, rugidos, la idea fija de la amada reaparece ahora distorsionada, vulgar, grotesca, ha llegado al aquelarre para unirse a la orgía diabólica; hay una parodia a la música de la misa de difuntos. Las campanas suenan a muerto.
¿Dónde he escuchado algo parecido a esto? Ah, ya sé, en los noticieros, se lee en los diarios como una idée fixé que se repite de manera agobiante todos los días y que no deja chance para el duelo normal porque cada cierto número de horas muere en este país un hombre o una mujer, o ambos, en unas circunstancias que tienen que ver con una especie de concepción del amor, del sexo y de las relaciones de pareja desde una perspectiva enfermiza que llevan a una celotipia que termina en asesinato, suicidio o ambos.
A manera de reflexión para Semana Santa propongo escuchar esta sinfonía de 5 movimientos escrita por Héctor Berlioz en 1830, pero que se antoja como una crónica común de las páginas judiciales de cualquier periódico de Colombia o la noticia de apertura de los noticieros de televisión y que obligan a pensar en serio qué vamos a hacer como país para detener esta locura, para que el subtítulo de la sinfonía, “Episodio en la vida de un artista”, tenga un final diferente.
Por Haroldo Martínez
haroldomartinez@hotmail.com