
La paz posible
Se atribuye a Churchil, durante el asedio a Londres, la frase: “Es posible, porque es necesario”, alentando a su pueblo a luchar sin desanimarse contra un enemigo inmensamente superior. Y es bien conocido el resultado. Algo análogo cabe decir con relación a los diálogos de La Habana y a sus continuos vaivenes. La paz no puede ser un sueño, una utopía: la paz es posible. Nos concierne a todos, desde la paz interior de la conciencia y, a través de la paz con el vecino, llegar a la paz con la creación. Benedicto XVI habla de ella como la construcción de una convivencia basada en la verdad, la libertad, el amor y la justicia.
Sin estas condiciones, que incluyen el reconocimiento de la dignidad de cada ser humano, el respeto a su libertad personal, la capacidad para pedir y ofrecer el perdón y la justa reparación de las ofensas, es muy difícil construir una paz duradera. Se hace necesaria una pedagogía de la paz, que reclama una rica vida interior, claros y válidos referentes morales, actitudes y estilos de vida apropiados. Pensamientos, palabras y gestos de paz crean una mentalidad, una atmósfera de respeto, honestidad y cordialidad. Aprender a querernos con benevolencia, más que con simple tolerancia. Decir no a la venganza, reconocer las propias culpas, aceptar las disculpas sin exigirlas: eso es perdonar. Los errores y las ofensas deben ser en verdad reconocidos para avanzar juntos hacia la reconciliación. Esto supone una pedagogía del perdón.
El mal se vence con el bien y la justicia repara las ofensas. La pedagogía de la paz implica acción, compasión, solidaridad, valentía y perseverancia. Viene bien aquella plegaria tan conocida –que algunos atribuyen a San Francisco– en la que se pide a Dios que nos haga instrumentos de su paz, para llevar su amor donde hubiese odio, su perdón donde hubiese ofensa, la verdadera fe donde hubiese duda.
Por Javier Abad Gómez
javier.abad.gomez@gmail.com
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