Para quienes toda la vida hemos trabajado, y ganado a pulso cada peso recibido, para quienes pagamos religiosamente los impuestos, como IVA, renta, predial, etc., nos causa mucho dolor cómo saquean los recursos públicos de nuestro país. Sabemos que es el resultado sistémico de un sistema político entrelazado con élites empresariales y regionales, el cual tiene como función reproducir lo existente, sin esperanzas para la mayoría de los colombianos. Douglas North dice que si un país le rinde culto a la piratería, solo produce piratas. En Colombia se admira a los corruptos, pues se señala que son muy astutos e “inteligentes”, logran el poder económico y político, y por lo tanto son admirados. Por ello, solo producimos corruptos.
Los ladrones de Interbolsa ya salieron impunes de las cárceles. Ya veremos qué pasa con los de Estraval y Elite que se robaron, con las cooperativas, cinco veces lo de Interbolsa.
Personalmente admiro a los empresarios de verdad, a los que, producto de su esfuerzo producen, compiten y logran surgir. En Colombia son la mayoría. Pero desconfío de ‘empresarios’ que existen solo gracias a que son amigos del presidente, del gobernador o del alcalde de turno. Con empresas fundadas apenas antes del ejercicio político de su amigo, hoy posan de grandes inversionistas. Su riqueza nace de un favor concedido desde el Estado, llámese contrato, licencia, permiso, adjudicación, etc. Existen y se han hecho ricos solo gracias a que están cerca del poder.
Ahora nos dice el fiscal, muy enredado con sus amigos del sector financiero, que el fraude de Reficar equivale a 18 escándalos de Odebretch. Personajes granados de la élite cartagenera y bogotana son llamados a juicio, graduados en las mejores universidades de Bogotá, exministros y altos funcionarios que se hicieron los ciegos, sordos y mudos frente al saqueo en Reficar. Ningún gobierno de este siglo está impune. Que no se hagan los impolutos, pues cuando estuvieron en el poder se despacharon.
Lo anterior me convence de la teoría de Veblen sobre la naturaleza humana. En nuestra mente y cerebro anidan propensiones predatorias que se desatan cuando se presentan las oportunidades. El fenómeno se extiende como un cáncer. Si los de arriba roban, ¿que moral existe para exigirles a los de ‘abajo’ honestidad? Por ello, también da grima el Gobierno, cuando levanta la bandera de la lucha contra la corrupción, cuando vemos los cuantiosos contratos dados a la firma publicitaria del amigo del presidente.
Lo triste es que nuestras acciones judiciales aparecen cuando en el exterior se destapan los escándalos. Ahora nos sorprende el escándalo Lezo, relacionado con la AAA, empresa valorada por nosotros, pero cuya propiedad y manejo patrimonial fue un misterio. Ya EL HERALDO, en febrero del 2008, en un editorial, pedía claridad sobre el patrimonio de esta empresa y de cómo el Distrito había perdido su participación. Los ‘distinguidos’ empresarios españoles de Inassa ya fueron capturados y falta que nos digan quiénes fueron sus socios locales en este fraude y quienes fueron los receptores de los regalos en su reunión en Cartagena. Es hora de destapar el Odebretch local y los nuevos ‘ricos’ que nos rodean en el último decenio.
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