El Heraldo

La citta e mobile

La característica más relevante de las naciones que se han desarrollado es el respeto de sus habitantes por las leyes que los rigen y que éstas se apliquen sin importar el status social de sus ciudadanos.

Este avance de la civilización, a pesar de que los principios de una sana convivencia fueron consignados en los mandamientos de la ley de Dios, sólo fueron convertidos en mandatos tangibles para los ciudadanos del mundo occidental a partir de la Declaración de los Derechos del Hombre, como resultado de la Revolución Francesa.

En los países asiáticos como China y Japón, emblemáticos por la disciplina de sus habitantes, el cumplimiento de las leyes se ha conseguido con severos castigos a los infractores. El ejemplo más representativo fue lo logrado en Singapur por el dictador Lee Kuan Yew quien a punta de rejo físico, obtuvo que los ciudadanos acataran estrictamente las normas, a tal punto que no se atreven a botar un chicle a la calle y mucho menos a violar las señales de tránsito.

En Barranquilla, a pesar de que tenemos leyes hasta para hacer nuestras “necesidades”, parece que a diferencia del comportamiento que nos caracterizó en décadas pasadas, hoy en día hemos tomado como propios el esquema de la madre patria, de que se obedece pero no se cumple. Aunque son múltiples los casos en los cuales hemos ido para atrás como el cangrejo, los aspectos relacionados con la movilidad por nuestras calles merecen un tratamiento prioritario.

Para empezar, los peatones ya no tienen por dónde andar, puesto que los pocos sardineles que aún existen se han convertido en trampas quiebrapatas o son ocupados por vehículos que obligan al transeúnte a deambular por plena vía expuestos no sólo a que los atropellen sino a mentadas de madre.

Con el fin de dar la sensación de que las autoridades de tránsito están desarrollando cabalmente su labor, existen todo tipo de señales que si se cumplieran el tráfico mejoraría sensiblemente. Entre los ejemplos de cómo una cosa son las apariencias y otra la realidad, están los elegantes paraderos de buses, los numerosos avisos de “No Estacionar” y los de los taxis de “Cómo manejo? “con un número telefónico para quejas, los cuales rara vez son atendidos.

La triste realidad es que en Barranquilla los buses paran donde les da la gana para recoger y ‘descargar’ pasajeros, los ‘zapaticos’ andan ‘a todo ful’ sin pararles bolas a los avisos de límite de velocidad y los vehículos particulares hacen caso omiso a los perrateados avisos de “No Estacionar”.

Si los agentes de tránsito en vez de dedicarse en ‘combos’, a pedir sin motivos tangibles todo tipo de documentos a los vehículos que circulan por nuestras calles, se propusieran a cumplir su función de controlar el tráfico, mucho mejoraría la movilidad de la ciudad. En caso de ser ciertas las declaraciones de funcionarios de la Secretaria de Movilidad, de que su presupuesto se nutre en un alto porcentaje por el ingreso de multas por documentos no vigentes, propongo que los reguladores, para bien de la ciudad, se dediquen con igual empeño a poner ‘partes’ a los vehículos mal estacionados, a los buses que paren en sitios no permitidos y a émulos de Fittipaldis criollos. De esa forma no sólo recogerían un ‘billetal’ sino que de manera más efectiva contribuirían a destrabar el caótico tránsito en la ciudad.

Por Rodrigo Fuenmayor
rofuenma@gmail.com

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