La seguridad no es solo un concepto multidimensional, sino que para abordarla debemos tener claridad en la falta de consenso existente en la literatura para incorporar elementos objetivos y subjetivos en su operacionalización, para así, dar cuenta de manera coherente la forma cómo los individuos perciben y viven esta dimensión ciudadana desde una visión comparada. De los últimos hallazgos de Barranquilla Cómo Vamos se pueden extraer varias conclusiones:
En primer lugar, cualquier medición de la seguridad, así como el diseño de programas o políticas públicas tendientes a promoverla, deben incorporar al menos dos enfoques: el de género y el territorial. Ya que existen niveles de conflictividad elevados y dificultades de la ciudadanía para buscar mecanismos de resolución de conflicto que sean pacíficos.
Los esfuerzos por avanzar y mejorar la seguridad y su percepción entre la ciudadanía, deberían partir de la ampliación del rango de los actores promotores y del anclaje con la sociedad civil. Alianzas en este sentido, pueden traducirse en el diseño de estrategias alternativas para promover y facilitar la denuncia de delitos.
También se puede evidenciar que existen diferencias en la percepción de seguridad “del barrio” y de “la ciudad”; por tanto, la seguridad y cómo es percibida dentro de un mismo territorio puede llegar a guardad matices, probablemente, asociadas a criterios socioeconómicos”. En este sentido, el esfuerzo institucional y de los medios de comunicación debe apoyar la no marginalización de ciertos espacios y por el contrario, construir confianzas en torno a los lugares y los avances obtenidos.
Los datos de Barranquilla (y de otras ciudades que cuentan con programas cómo vamos) plantean importantes desafíos institucionales para avanzar en sistemas de denuncias. Según los datos que fueron presentados, 1 de cada 3 delitos son denunciados, lo que significa un subregistro de al menos el 66%. ¿Por qué los barranquilleros no denuncian? Aunque las respuestas para esto deben ser contestadas en futuras investigaciones, la percepción del sistema de justicia, de la eficiencia del acto de denunciar o quizás, de la falta de garantías para asegurar anonimato o protección de la privacidad pueden explicar tal fenómeno. Si a esto le sumamos una lenta modernización en el sistema de denuncias, los casos de violencia de pareja, intrafamiliar, sexual o contra el adulto mayor podrían aumentar significativamente en contextos de cuarentenas con el riesgo de aumentar el subregistro. En este sentido, campañas que enfaticen en características como “rápida, segura y sin moverte” deberían centrar la atención de los hacedores de políticas públicas.
Por último, considerando que los medios ocupan un lugar preponderante en la formación de una imagen de ciudad segura y en la percepción que tienen los ciudadanos de su territorio, es importante que desde estas instancias se avance hacia una promoción de las denuncias y un reconocimiento de las implicaciones que tiene la denuncia temprana de violencia.
@KathyDatos