En esta columna pretendo escribir un texto pedagógico que al lector desprevenido le explique de manera sencilla y llana lo ocurrido en Chile. Recordemos que el último estallido social que sucedió en la capital austral derivó del alza de precios en el transporte público, eso tocó en gran medida los bolsillos de los ciudadanos de a pie. De allí surge la mecha que prende el incendio del reclamo por una Constituyente. Rechazando al modelo neoliberal en extremo, implantado por el nefasto Augusto Pinochet. Valga la pena decir que el militar fue autor de innumerables masacres, cada una de ellas condenables; sin embargo, su política económica no es culpable de las mismas, algo impopular de decir y difícil de digerir, pero así es. En todo caso, los chilenos, quienes mejor conocen el modelo, porque lo han disfrutado y padecido, exigían cambios en la carta magna.
Gran parte de las 155 personas que escribieron el documento de la propuesta constitucional perdieron de vista las motivaciones iniciales. Se pretendía mayor descentralización, por ejemplo, pero se le dio a la población un texto enfocado en la inclusión de género. Era fácil anticipar que la votación del plebiscito resultaría siendo un fracaso para quienes estaban respaldando el apruebo. 13 millones de personas salieron a votar, el sufragio obligatorio por supuesto aunó a esto.
Fue llamativo para mí observar cómo intelectuales muy respetados pasaron de demandar una nueva Constitución a rechazar la que se les proponía. En específico, Andrés Velasco, decano de la escuela de Políticas Públicas de la London School of Economics (mi entrañable alma mater) y oriundo de ese país, es de las personas más calificadas para analizar el fenómeno. En una magnifica entrevista que concedió al portal EXANTE, señaló que la propuesta era “deficiente”. Y que incluso “deterioraba la capacidad de los chilenos para tomar buenas decisiones políticas”. Se puede inferir entonces que la mayoría quiere una nueva carta mayor, pero no aprobaban la que se les ofrecía, demandan otra.
A todas estas no entiende uno de dónde el presidente Gustavo Petro saca la inspiración para su desatinado tuit en el que afirmaba que “revivió Pinochet”. Colectivizar a los chilenos que se fueron por el rechazo bajo la sombra del criminal General es una gran ofensa y un error. Pero intuyo que poco le importa, de allí que no haya presentado excusas al respecto.
Los vecinos latinoamericanos merecen un nuevo ejercicio del que derive una nueva Constitución, tendrán que transitar y negociar un camino difícil del que salga la próxima convención. Ojalá puedan lograrlo. Si el dialogo se dilata, y queda en un limbo jurídico, sería en definitiva un futuro triste para todas las partes.
El liderazgo del presidente Gabriel Boric explotó a nivel nacional cuando el proceso recién iniciaba, fue uno de sus caballos ganadores en campaña; sin embargo, el panorama se le ha ido complicado, y su impopularidad actual le pasa factura al mismo proyecto constituyente. Sería deseable que los chilenos también puedan desligar la figura presidencial del propósito colectivo que hoy tienen.